Alcanzar a un tejón

Alcanzar a un tejón

ALCANZAR A UN TEJÓN

Hay un peñasco asturiano, entre Cangas y Covadonga, que está dividido en dos por un riachuelo, que alberga unas cuevas en las que vive desde hace miles de años unos tejones.

Según Ernesto Junco, experto en mamíferos salvajes, un sólo tejón tienen una longevidad de doce años, pero se dejan unos a otros, como si de la más valiosa propiedad se tratara, sus madrigueras, tejoneras, o cados. De ellas salen los tejones en las noches de verano con paso lento. Si los viéramos, podríamos alcanzarlos porque es uno de los pocos carnívoros que corre menos que nosotros. Nada más olernos, se iría repitiendo las patas de la derecha lo que hicieron un poco antes las de la izquierda, simétricamente, para emprender después un galope que casi da pena por lo que le pesa el cuerpo. Sin embargo, otros frenos del vivir que son el miedo y la cobardía, nos impediría atraparlo porque, una vez cerca, oíremos con claridad el castañeteo de sus dientes, y su respirar, que es como un pote de agua hirviendo.

Nos sucederá igual que con las estrellas que salen de las cuevas del cielo: están ahí, puedo verlas, puedo nombrarlas: el carro, la estrella polar, Vega, Deneb, Altair; y ahí mismo están los tejones que no corren sobre la tierra más que nosotros, y que jamás alcanzamos.

Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, 30-7-2001

tejón
Imagen incluida en el libro “Rastros y Huellas de los Carnívoros Ibéricos”, de Ángel Iglesias y Ángel Javier España. (Editorial Jaguar)

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