MARIPOSA VULCANA

POR LA MAÑANA

En cuanto me despierto, veo las ramas de un ciruelo japonés.

Aunque se trate de un humilde frutal y tenga estos días un aspecto deprimido por haber parido ya todos sus frutos, se diría que es el más privilegiado y alegre de los árboles, porque es el primero al que le da el sol por la mañana. En una de sus ramas, se ha posado una Vanesa atalanta, conocida como mariposa vulcana por sus colores rojos y negros, aunque de lejos lo que mejor se ve son unas manchas blancas que parecen lugares donde las alas se le hubieran roto, y que son por donde brilla más la mariposa. Abre y cierra las alas a la velocidad de un lento pestañeo. Casi en la copa, está el mirlo que picoteó y tiró las ciruelas que tropezaron con las ramas y dejaron en ellas una suerte de compota que calienta ahora el sol.

Igual que en los comienzos de una vida, de cómo empieza el día, suele ir luego todo. Y todo está de acuerdo: el pájaro que tiró la fruta, la rama que la detiene, la vulcana libando la mermelada, y el sol en el frutal por la mañana.

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