PINTAS LACRIMÓGENAS

PINTAS LACRIMÓGENAS

Los corzos tienen ya su pelaje pardo, triste y grisáceo, en la sierra de San Mamed, en Orense.

Durante este fin de semana, pareció allí invierno, con temperaturas por debajo de los diez grados, y la llovizna y la ventisca y la sombra de las nubes sobrevolando los brezales. Al cobijo de una roca, durante la espera, daba tiempo a darse cuenta de cómo la especie que genera recursos, y la caza es un recurso, prospera y protege lo que le rodea. No hay bosque como los que hay dentro del coto, con acebos con su fruto rojo y abedules de donde cuelgan de sus troncos líquenes llamados barbas de capuchino. Todo el bosque llora verdor, autenticidad y vida de la que ya no queda, es un bosque relicto, como el frío que hacía siendo otoño.

En el Parador de San Esteban, daban de cenar pintada, que es la gallina de Guinea de plumas negras con pintas blancas que representan las lágrimas de las meleágridas, pintas lacrimógenas que nos hacían llorar, no por los corzos ni por el bosque milagroso por el que anduvimos menos de lo que yo quisiera, sino por lo que ya no hay, más allá del coto.

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