ABANICOS EN EL TOCÓN

ABANICOS SOBRE EL TOCÓN

Sobre el tocón de un roble cortado a ras de suelo como para borrar las huellas del crimen, han salido unos abanicos anaranjados.

Bueno, ayer estaban ya casi blancos, en la espléndida mañana de domingo, ya que estas formaciones que son como setas partidas por la mitad, como conchas de molusco, pero conchas de las grandes, de las que traen los marineros de los mares tropicales, van cambiando de color a lo largo de su vida, que dura con suerte un mes. Según Marisa Castro, micóloga, los sombreros imbricados de esta especie pueden alcanzar el metro de largo, y es de los pocos hongos que fructifican en verano, y entre los árboles que pueden verse se encuentran los caducifolios, y también los tocones de eucalipto, que admiten casi todo. A mí me llama la atención esta forma de crecer en abanico, que se observa también en las escamas de los peces, y en algunas algas, añadiendo capas sucesivamente para dibujar unas líneas de crecimiento que hacen ondas, igual que la línea de las olas en la playa, o los surcos trazados en línea recta sobre las curvas de una colina.

Como si nada pudiera nunca jamás para siempre perderse, si se parte un abanico, resulta que huele a la madera vivísima y verde del árbol que falta.

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