ÁNSARES

ÁNSARES EN LA NIEBLA

Despertar la envidia de los ánsares es algo tan imprudente como despertar su sueño en el agua de la laguna, o en el agua de la niebla, porque se revuelven; y si un zorro se acercara a ellos, o se les echara hoy el halcón encima, se verían atacados por los machos dominantes del grupo, aunque en la pelea se les cayeran a la yerba las plumas del pecho envueltas en graznidos.

Ya lo dijo el Arcipreste de Hita (1330), tal y como recoge Bernis, que “mayor rroýdo fasen é más voses sin recabdo, dies anssares en laguna que cien buexes en prado”. Y así se puede ver que lo que hoy cuento: que los ánsares de Villafáfila, en Zamora, se despertaron ayer en el agua de la niebla, y que graznaron al menor ruido entre los campos de trigo recién sembrados, no es nada nuevo. Que volaron cuatrocientos kilómetros mientras la luna menguada recorría medio cielo, de este a oeste, tampoco es extraordinario. Pero es eterno, y es fugaz, como esta letra escrita.

Lo que sí puedo decir, y esto tampoco es nuevo, es que siempre ha habido aves migradoras que han sabido por las estrellas o la tierra o la luna, muy bien adónde iban; y pájaros que por mucho que vuelen, no se mueven del sitio.

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