LA SÍLICE

LA SÍLICE

Hasta el punto de no dejarme dormir, me tiene la sílice que ha descubierto por casualidad en Marte el robot “Spirit” al remover la arena marciana.

La sílice. Muy a mi pesar, me levanto a escribir, porque sé que sólo escribiéndolas, se pueden mantener las ideas a raya. Y se me ocurre que esta sílice que brilla bajo lo superficie de Marte, podría ser como la de las cajas o frústulas de las diatomeas, esas algas unicelulares que lejos de conformarse con la membrana de la célula, viven dentro de una durísima, hermosa y brillante caja que recuerda a una caja de zapatos, pues una valva es más grande que la otra y hace de tapadera. Al estar hechas de sílice tienen tal dureza que persisten en los lodos del fondo de los lagos y en los sedimentos del fondo marino aunque hayan pasado millones y millones de años desde que el diminuto organismo que albergaba, muriera. Y son tan hermosos estos esqueletos que llevan por fuera, y tan curiosas las estructuras que construyen las diatomeas cuando viven en colonias que, si los arquitectos las mirasen tan solo un segundo por el microscopio, quedarían de tal manera impresionados, que empezarían a construir y a dibujar los edificios de otra manera.

Sólo al morir, o al reproducirse, se abre la caja de la diatomea, y cada una de las partes, da la réplica, por lo cual la tapadera se hace cada vez más grande, y la parte de abajo, cada vez más pequeña, hasta que empiezan a tener reproducción sexual para recuperar el original tamaño de la frústula, esa cáscara que protege de las más extremas inclemencias a este eucariota que fosiliza de maravilla.

Lejos de ser el Universo un lugar estéril, yo imagino el espacio lleno de organismo diminutos protegidos quizás por estas valvas de sílice, que es al fin su brillante nave espacial para moverse más allá del mundo y de Marte.

De cerca, las diatomeas tienen al microscopio el brillo de una estrella vista de lejos. La sílice. Cuánto nos va a quitar el sueño, y a hacer soñar, la sílice de Marte.

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