Lo único que me consuela de haber regresado del Congo…
La frontera de agua
Se diría que sólo sé escribir del Congo cuando es de noche.
Porque es justo antes de irme a dormir cuando, incluso ahora, que ya he regresado, me acuerdo de todo lo vivido.
No os puedo explicar lo que significa este viaje, que realizo ahora de nuevo por los libros de la Biblioteca Nacional, buscando los nombres de todas las plantas que he visto, de los árboles, de los pájaros.
Mañana llegan de la sede de Alcalá, libros de principios del siglo pasado, cuando todavía era el Congo Belga, y ya estoy deseando que se haga de día, para verlos.
Ando sumergida por estas aguas del río, que me tienen hipnotizada, con el color rosado de su agua, de tanta tierra como lleva dentro, y de nuevo la gente, en este caso los pescadores, que observé de lejos, con esa suerte de tablas, porque no se puede hablar de piraguas ni de barcas, de la poca obra muerta y obra viva que tienen.
Desde esa finísima tabla, lanzando las redes, para luego pescar, imagino, entre otros peces, esas platijas, una suerte de peces planos como los que llevaba por la calle un chico sobre la cabeza, en una palangana verde, y que vendía ahumadas, algunas carbonizadas mientras, con una sonrisa blanquísima y franca, nos miraba.
Me da pena que sea de noche y estar tan lejos.
Un fuerte abrazo para todos,
Mónica
Las fotos de esta parte del río están hechas entre Kinshasa y Brazaville, en la frontera de agua entre los dos Congos, la República Democrática del Congo y la República del Congo, tan cerca y tan distintos.