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Escribió Tolstói en su primera página de “Resurreción” que “hasta en la ciudad, la primavera es siempre primavera”. De esta frase me ha acordado, leyendo hoy la crónica que nos envía Juan Carlos Delgado Expósito.

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Escribió Tolstói en su primera página de “Resurreción” que “hasta en la ciudad, la primavera es siempre primavera”. De esta frase me ha acordado, leyendo hoy la crónica que nos envía Juan Carlos Delgado Expósito.

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Escribió Tolstói en su primera página de “Resurreción” que “hasta en la ciudad, la primavera es siempre primavera”. De esta frase me ha acordado, leyendo hoy la crónica que nos envía Juan Carlos Delgado Expósito.

LA JACARANDÁ EN BADAJOZ

25 de mayo

Son las diez y media en Badajoz capital, me encuentro en el parque de Castelar, cuidada zona verde en la urbe pacense. El sol va disipando las nubes, después de un fin de semana algo lluvioso. El arrullo de palomas y de tórtolas turcas pone la nota sonora esta mañana, escasos paseantes por los caminillos de tierra; una niña corre torpemente detrás de las palomas, la madre más segura corre a su vez detrás de la niña.

Aquí entre palmeras, olmos, laureles, cipreses, pinos, moreras pendulares, moreras de hojas de papel, prunus, jóvenes tejos, cedros y una lista interminable de plantas, el paseante encuentra gran sosiego.

A la sombra de un gran almez y de un acer negundo que crecen junto a la fuente, las palomas, las ocas y los patos se acicalan y parlotean entre ellos, dos introducidas tortugas de florida, no entiendo porqué han sido introducidas aquí, asoman la cabeza por encima de la superficie del agua.

Una madre acerca a sus pequeños con una bolsa de gusanitos a la orilla para que se la arrojen a los pájaros, las palomas se avanzan sobre la golosina como si de una película de Hitchcok se tratase.

Pero lo que hoy llama algo más la atención es un ejemplar de árbol de Jacarandá, especie procedente del Perú, Argentina y Bolivia, que está floreciendo, y es que sus flores aparecen antes que las hojas, lo que lo hace aun más curioso y llamativo. Pero también resulta llamativo el color anaranjado de dos machos de petirrojo que emiten sus cantos y enseñan sus pechos entre los arbustos de pitosporum, disputándose un trozo de parcela en este parque urbano. El ajetreo de los jardineros cortando el césped, no parece afectarles para nada.

De las ramas del árbol del amor o árbol de judas, cuelgan abundantes vainas de semillas, casi tantas como hojas tiene el árbol. Un tilo muestra sus aun escasas flores, la mayoría están por abrirse, el viento mece las ramas y estas dejan caer algunas aladas semillas o flores que la lluvia ha echado a perder.

Los mirlos, tanto machos como hembras, sacan las lombrices de la tierra húmeda dando viajes una y otra vez, seguramente llevando el alimento a sus pollos, observo al menos hasta tres machos y una hembra en el mismo momento en lugares diferentes.

El sonido de los coches por las calles circundantes ponen la nota discordante en esta mañana de primavera aquí en Badajoz capital, pero yo ya llevo mi ración diaria de naturaleza, ustedes lo pasen bien.

Juan Carlos Delgado Expósito

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