Ya tenemos el famoso picudo en Sevilla. Han transcurrido más de 15 años desde que se localizó en Almuñecar la primera palmera muerta víctima de este curculiónido.

Joaquín

Ya tenemos el famoso picudo en Sevilla. Han transcurrido más de 15 años desde que se localizó en Almuñecar la primera palmera muerta víctima de este curculiónido.

Joaquín

Ya tenemos el famoso picudo en Sevilla. Han transcurrido más de 15 años desde que se localizó en Almuñecar la primera palmera muerta víctima de este curculiónido[1], pero al final ha llegado. Y más pronto que tarde atacará a las palmeras de cualquier punto de España. Ya sé que las preciosas palmeras de Caldas no pueden compararse con las del palmeral de Elche pero su muerte supondría un daño estético y económico (y, muy especialmente, sentimental para todos los que hemos ido envejeciendo a su sombra) que debemos evitar y, en consecuencia, ir tomando precauciones.

En Sevilla parece que se ha cogido el toro por los cuernos. Para prevenir, y en su caso curar, los daños causados por el picudo se están inyectando los troncos de las palmeras para “envenenar” su savia en un proceso que podría equipararse al de la quimioterapia en la lucha contra el cáncer. El insecticida se coloca en el inyector diluído en un complejo nutricional. Se coloca uno cada 25 cm de diámetro de estipe, funcionando a baja presión.

Los picudos hacen galerías muy largas, hasta de más de un metro, dentro de los troncos, y su tratamiento en pulverizaciones externas deja mucho que desear a no ser que se trate de escarabajos recién llegados a sus coronas y no hayan penetrado todavía en los troncos. Es mucho más efectiva la endoterapia.

Curiosamente parece que va muy bien la lucha biológica mediante el empleo de nematodos. Digo curiosamente porque los nematodos están considerados como grandes enemigos de los cultivos. Pasa como con las llamadas malas hierbas, que son perjudiciales en relación con el cultivo en el que proliferan pero que, en otro contexto, pueden tener aplicaciones muy utiles.

Phoenix es el género preferido por los picudos, del Parque de María Luisa. Cuando el daño afecta a la totalidad de la corona, destruyendo la yema apical, se produce la muerte de la palmera. El picudo vuela de una palmera a otra atraído por el olor de las heridas, especialmente de las de poda de sus hojas, heridas que le facilitan su acceso a su interior.

No deben pues realizarse podas en las palmeras próximas a los focos que hayan sido detectados. Las afectadas deben talarse y destruirse para evitar la salida de los picudos que todavía no hubieran abandonado sus galerías.

No es difícil detectar la llegada de picudos. Basta con disponer trampas con feromonas, monitorizarlas (horrible palabreja) y vigilar la aparición de los machos. El inicio temprano de los tratamientos, antes de que devoren la yema apical, puede asegurar la supervivencia de las palmeras.

Un abrazo fuerte. Joaquín

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