La naturaleza inhala sabiduría y expira vida. Amamos nuestra parcela de verde pero no al mayor jardín natural llamado Tierra. Desagradecidos con quien nos vio nacer y crecer, matamos al gran maestro creador.
Un árbol, espera paciente el paso de la vida confiando en recibir de una mano inocente, un latir de agua.
La Tierra es generosa y regala caricias con campos de vivos colores. Es justa y ofrece lo que ya hemos cogido prestado, pero despierta con bofetadas de aire frio y olas con caballos desbocados si no lo entregamos de vuelta.
Mamma Tierra muestra con orgullo sus elegantes y majestuosas montañas. Sus hombros desnudos de verano se visten de invierno cubiertos por un abrigo de nieve virgen, pero cuando su dulce sueño es interrumpido, gruñen para sacudir su manto y así provocar aludes de desesperación, tragándose sin piedad la mala fe del hombre que ignora su imponente belleza.
Los animales salvajes son el mejor aliado de nuestra Mamma. Comparten secretos de dolor y esperanza inteligibles para el hombre que no escucha ese llanto en peligro de extinción.
Helena Cassinello San Segundo
Diciembre 09
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