Lo más cerca que tenía hasta ahora Nueva Orleáns era…
Humdbolt
Me encantaría saber a quién le presté el libro de “Cosmos” de Humboldt.
Es de esos regalos que se convierten en pérdida porque además no estás muy segura de que, a quién se lo regalas, se diera cuenta de lo que hacías, que era entregar una parte de ti, con ese libro.
Este de Humboldt, era además antiguo, no estoy segura si sería una primera edición, pero sí recuerdo que tenía las tapas oscuras como un Universo, y un papel con aguas de colores en las guardas.
Se podría decir que la entrega de este libro, me dejó un vacío en las manos.
Me ha venido ahora a la memoria; bueno, en realidad me viene a cada rato como si aquella pérdida del “Cosmos” fuera también la de un Universo, a propósito del título de la exposición de Marta de la Sota titulada “Cosmos”, en La Eriza, ese precioso taller de encuadernación que hay en la calle Colón de Madrid, y por el que me gusta pasar consciente del valor que tienen estos lugares irrepetibles donde más que vender, se regalan cosas a la mirada, o a la imaginación, para que piense cómo encuadernaría lo que ha pensado.
La exposición de Marta de la Sota, no sabría decir si es de fotografía o de pintura, o de las dos cosas a la vez, tal es la perfección del dibujo, tal la magia de la foto, pues se expone, suspendido en un Universo, que podría ser cualquiera que flote en la imaginación de uno de nosotros, las cosas de la Naturaleza, pero no tal y como se nos presentan en la Tierra, abigarradas, unas encima de otras, enlazadas, en ocasiones unidas de manera inextricable, sino una a una, flotando en el espacio, como si estuvieran perdidas y a la vez, envueltas, como por un marco, en el Universo.
Y así vemos la flor solitaria de una cebolla silvestre con forma de fuego artificial en el cielo nocturno, y también lo que me parecen algas secas del mediterráneo, ¿Padina pavonia?, con su forma de abanico que va y viene como el vaivén de las olas, creo que también, porque cito de memoria, los frutos del plátano de sombra, y huevos de pájaros que parecen mundos lejanos, y que vemos más cerca que nunca, al compadecernos de su soledad en el Universo donde no son nada sin su nido, su pájaro, su árbol, su rama, su cielo cubierto de nubes, o de noche estrellado.
Ha retratado Marta de la Sota la soledad de la Naturaleza sin la Tierra.
La soledad de las cosas aunque tengan la vida.
La vida fuera de lugar, o quizás en su sitio, que es el cosmos.
Mónica Fernández-Aceytuno