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Buenos días de nuevo. Ayer salí a pescar y a mi regreso me quedé un rato en el espigón. No había casi viento, y un velero hacía su entrada, muy lenta, con la luz de la tarde.

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Buenos días de nuevo. Ayer salí a pescar y a mi regreso me quedé un rato en el espigón. No había casi viento, y un velero hacía su entrada, muy lenta, con la luz de la tarde.

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Buenos días de nuevo. Ayer salí a pescar y a mi regreso me quedé un rato en el espigón.

No había casi viento, y un velero hacía su entrada, muy lenta, con la luz de la tarde.

Yo esperaba en el muro que hay encima de las rocas, sentada, mirando al horizonte. Nada nuevo, pensé, cuando de pronto me di cuenta de que todas las rocas, hasta un poco más abajo de donde alcanza la salpicadura de las olas, estaban a su vez profusamente salpicadas de lo que de lejos parecían frutos negros, como de yezgo, y que ahora, mirado con el zoom, veo que son las “mejillas” o semillas del mejillón que, tras la deriva por el mar en su fase de larva, han prendido en la roca.

Después, al levantar la vista, me quedé asombrada al comprobar que todo el espigón estaba ya colonizado por lo que de lejos parecían perdigones de escopeta, y que eran mejillones en miniatura.

No había una sola roca donde no se hubieran agarrado los mejillones. Dicen que si se deja colgando una cuerda en el mar, se agarran a ella como naúfragos.

Feliz día,

Mónica Fernández-Aceytuno

P.S.

Se están avistando estos días rorcuales comunes y también cachalotes.

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Y del mar al campo, porque en el TABLÓN DE LOS LECTORES se expone lo que está ocurriendo ahora mismo en los campos de cereales donde se CERNEN las espigas soltando el polen. Nos lo cuenta un sabio labrador.

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