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“Querida Mónica:

No me resisto a dejar de contar lo que acontece por estos lugares del centro oeste peninsular en los que la primavera -tan efímera que empieza antes de que acabe el invierno

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“Querida Mónica:

No me resisto a dejar de contar lo que acontece por estos lugares del centro oeste peninsular en los que la primavera -tan efímera que empieza antes de que acabe el invierno

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“Querida Mónica:

No me resisto a dejar de contar lo que acontece por estos lugares del centro oeste peninsular en los que la primavera -tan efímera que empieza antes de que acabe el invierno y acaba antes de que empiece el verano-, hace su aparición fugaz con días calurosos y espléndidos, llenos de actividad en la naturaleza.

Ayer domingo fue uno de esos días, pleno de luz, aire templado y temperaturas rondando los 20ºC. Ya cuando amanecía se escuchaba el canto aflautado del mirlo entre los árboles de la calle, y el trinar de los verderones. Más tarde, ya de mañana, los jilgueros y los verdecillos no paraban de cantar. Es curioso lo que le ha pasado a un mirlo que ha anidado en lo alto de un árbol –creo que es una acacia- cercano a la carretera, que no ha podido ocultarlo, como suelen hacer los mirlos, porque todavía el árbol no ha echado ni una hoja, con estos fríos que hace tan sólo unos días asolaban la ciudad. La foto que envío es la del mirlo que, en otro árbol cercano, nos observaba desconfiado sin atreverse a entrar en el nido. Se aprecia que lleva algo en el pico. Los niños, con su imaginación, decidieron que llevaba un anillo, pues realmente lo parece. Al final, convinimos en que seguramente era una lombriz que se retorcía ante su destino. El caso es que, cuando se acercó al nido, estuvo un rato agachado, como si estuviera cebando a los pollos. A lo mejor ya tiene pollos, este mirlo tempranero.

Por la tarde, pudimos dar un paseo por el encinar. Los carboneros se perseguían entre las ramas, ajenos a nuestra presencia. Se escuchaban los herrerillos, las tórtolas turcas y los verdecillos. Todavía algún petirrojo. Entre las ramas de una encina, tuve la inmensa suerte de contemplar durante un buen rato, el nervioso deambular de un reyezuelo (creo que listado, pues no paraba quieto) alimentándose de los pequeños insectos y arañas que hay entre las hojas.

Pero lo más significativo, quizás, de ese día, fue que vi los vencejos por primera vez, muy pocos, no más de tres, volando alto.

Y si quieres que te cuente algo más de flores frescas, te diré que han florecido las silenes, las fumarias, profusamente los que llaman pan y quesito y unos tréboles de flores amarillas, que parecen campanas.

El invierno está casi derrotado por estas tierras.

Empieza el bullicio de la naturaleza.

La vida se renueva.

Un cordial saludo.”

Pilar de Cáceres.

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