8:40 h El sábado pasado compré un kilo de zamburiñas a buen precio, lo cual quiere decir que están en sazón como las vieiras, esos otros pectínidos más grandes que llevan para beber los peregrinos del Camino de Santiago.

Estaban vivas las zamburiñas y, al contrario que las ostras, no cuesta nada abrirlas con un cuchillo entre las “orejas” de sus valvas y, aunque nada más notarlo se cierre la zamburiña, se abre haciendo palanca.

Algunas tenían algo de arena dentro, poniendo de manifiesto que viven en los fondos arenosos, ancladas por el biso para que no se las lleve la corriente, o que están bajo una piedra.

Dicen que cuando alguien las sorprende, se retropulsan con tal fuerza que pueden saltar fuera del agua, o alejarse en zig-zag a gran velocidad. Quizá por ello tienen encima de ellas, pegados a sus valvas, caracoles marinos bastante grandes, y seguramente lentos.

Se está informando ahora mismo de un naufragio del que me acabo de enterar, frente a cabo Prior, donde el mar es el más hermoso del mundo y el que tiene más peligro por sus corrientes.

Hablan de cinco marineros, y en lo que va de año, han naufragado ya varias embarcaciones, en este mar embravecido a destiempo, con estos temporales más propios del otoño que del invierno.

Soplan fuertes rachas de viento ahora mismo en el monte, y el mar debe de estar lleno de crestas, y de olas como montañas. Pobre gente.

Hasta mañana,

Mónica Fernández-Aceytuno

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