Así se encontraba la mañana del sábado la dehesa extremeña, por tierras de Segura de León.
Juan Carlos Delgado Expósito
Juan Carlos Delgado Expósito
Nunca había tenido, que yo haya visto, tanta claridad de mar la ría como ayer por la mañana.
Cuando llegamos a la cala de Ysabel, que llamo así porque me la descubrió mi amiga, se diría que estuviéramos casi en un agua caribeña, con más sabor a sal del que nos tiene acostumbrados este lugar donde germinan los robles, muy verdes, entre las rocas oscuras del acantilado. Una maravilla.
Tanta transparencia había que no nos costó descubrir esta aguamar, o acalefo radiado (Chrysaora hysoscella) tan en la superficie que pude fotografiarla sin sumergirme.
Me acerqué buceando hasta que observé que, del borde de la umbela, que puede alcanzar medio metro de diámetro, salían unos larguísimos filamentos transparentes (se ven en la foto) que tenían toda la pinta de ser urticantes, una suerte de zona de seguridad alrededor de ella, aunque ahora leo en la guía Blume que no tienen ningún peligro para nosotros. Por otro lado dice que a esta especie, devoradora de plancton, se la conoce como animal heráldico porque “aparece decorando el emblema del Instituto Biológico de Helgoland, uno de los institutos de biología marina más antiguos del mundo.”
Miré por si hubiera alguna más, ya que las medusas suelen presentarse en rebaños, pero estaba sola, siempre a nuestro lado mientras permanecimos en la cala.
Luego se levantó el viento y desapareció la claridad del agua.
Mónica