Lo que más ha llamado nuestra atención, han sido el espino albar y el rosal silvestre cargados de frutos.
Pilar López
Pilar López
Las exposiciones, habría que verlas dos veces, una con guía, y otra sin ella.
Y sin ella la primera vez que vamos. Quiero decir, que vemos muchas más cosas con la guía, porque nos hace apreciarlas, pero también es verdad que de alguna manera está dirigiendo con sus palabras nuestra mirada, que tendría, tal vez, que volar primero por los cuadros libremente, como un pájaro fuera de la jaula.
Luego, claro, no hay nada mejor que alguien te ilustre, aunque no fuera difícil adivinar que también a Cézanne, como a Sisley, le gustaban los caminos un poco sinuosos, que no ve dónde acaban.
Nuestra guía, que era magnífica, insistía mucho en la idea de la misantropía de Cézanne, esa necesidad de estar solo en la Naturaleza, como si aquello fuera algo malo. Describía como lo peor que te podía suceder, que pudiera pasar horas en el estudio de su Jas de Bouffan sin querer siquiera un modelo que le incordiara, o pintando la alberca y el huerto, o dando largos paseos por los caminos menos transitados que rodeaban su casa.¡Qué felicidad!, pensaba yo mientras recordaba este camino que da a mi casa y por donde me gusta perderme, haga sol o llueva.
Llegó un momento en el que no fui capaz de quedarme callada y le pregunté si no creía que, quizás, su forma de comunicarse, de estar con los demás, era la pintura. Que aunque sólo tuviera unos pocos buenos amigos, y ¡qué amigos! como Zola o Monet, ¿no éramos ahora millones los que nos acercamos a él por lo que, en la más absoluta soledad, había pintado? ¿Habría podido hacer una obra así, tan original, con trazos que abrieron el camino al cubismo, jamás transitado hasta entonces, de no haber estado solo?
Recordé la pregunta que me llevo haciendo en los últimos años, porque no creo que Cézanne pretendiera el reconocimiento, entonces, ¿para quién trabaja la obra de arte? Tal vez nunca lo sepamos.
Buen día,
Mónica
NOTA: Del 4 de febrero al 18 de mayo estará abierta la exposición Cézanne en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid.
Mónica Fernández-Aceytuno