Me gusta este mundo al revés, de un árbol, o al menos sus ramas, dentro de la casa.

Mónica Fernández-Aceytuno

Me gusta este mundo al revés, de un árbol, o al menos sus ramas, dentro de la casa.

Mónica Fernández-Aceytuno

Como suelo hacer cada invierno, me he traído de mi casa en Galicia unas ramas de magnolia.

Suelen llegar con las últimas hojas ya secas y las flores muy cerradas. Nada más ponerlas en el jarrón, empiezan a abrirse al notar el calor de la casa. Suelo dejar algunas en un cubo afuera, en la terraza, como si de un tubo cero de laboratorio se tratara, para comprobar que tardan mucho más en abrirse, por el frío.

No es pues la tierra lo que hace florecer a estas ramas, al estar desarraigadas de su árbol, sino la luz y la calidez del aire.

Arriba de la foto, a la izquierda, se puede comprobar cómo asoman ya los tonos rosados de estas flores, descendientes directas de las primeras flores que se abrieron sobre la Tierra, de la familia Magnoliaceae, hace doscientos millones de años.

Me gusta este mundo al revés, de un árbol, o al menos sus ramas, dentro de la casa. Además, como siempre podo las ramas más bajas, está la magnolia cada vez más alta.

Buen día,

Mónica

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