Los paraísos de nuestras calles están empezando a perder las drupas doradas que tan bellamente
Tuvo que volar para que me diera cuenta.
Mónica Fernández-Aceytuno
Hace dos días en el muelle estaba este andarríos chico vadeando los flotadores que sostienen las motos náuticas.
Emprendió el vuelo cuando consideró que me había acercado demasiado y entonces pude darme cuenta, por la esbeltez de sus alas remarcada por una línea blanca en forma de boomerang que se trataba de la misma ave que observo de lejos casi todos los veranos entre las rocas y que vuela, a toda velocidad, casi a ras de agua.
Un andarríos chico –Actitis hypoleucos– que ya había observado antes en el muelle, pero al que ahora relaciono por fin con el ave que observaba cada verano sin llegar a ponerle nombre.
Tuvo que volar para que me diera cuenta.
No tiene la mayor importancia y sin embargo me hace tan feliz como encontrar la última pieza de un puzzle.
Buen día de Reyes,
Mónica
Mónica Fernández-Aceytuno