El niño de los guardeses de la finca donde estuve el fin de semana, Luis Manuel, me contó que hace unos días consiguió montar en bicicleta entre los gamos.
MF-A
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Me cuesta mucho vivir sin la felicidad de la escritura. Es como si de pronto la vida se hubiera vuelto real, por no poder escribirla. Es diferente vivir sin escribir, que vivir mientras se escribe porque todo acontece a tu alrededor de otra manera, al querer ser escrito.
Mónica Fernández-Aceytuno
Lunes, 25-2-2013
FOTO: Hierba del aire o musgo español (Febrero, 2013)
AUTORA: Aceytuno
Hierba del aire
Hay una planta que vive colgada en los tendederos, al lado de la ropa. A veces, con la misma cuerda con la que se atan los sacos de harina, se cuelga como un farol esta planta en el tendal o bajo las parras o en cualquier alpendre donde le de el aire, que es lo único que necesita para seguir viviendo.
El aspecto no puede ser más raro; ni más corriente. No es difícil verla en cualquier pueblo o ciudad bebiendo el agua que emana de la colada. Parece una bola de pinchos y, sus hojas, siendo mucho más finas, recuerdan a las de la piña tropical, con la que guarda un cierto parentesco. Hace unos días, Antonio, el de los cestos, me regaló un trozo de esta planta a la que llaman hierba del aire.
Un sólo pedazo, colgado de otra cuerda, desarrolla la planta completa, y así se trajo del nuevo mundo, llegándose a bautizar también con el nombre de musgo español. Jamás hubiera llegado hasta mi casa, cruzando el mar y el tiempo, sin tantas manos que la fueron partiendo con los ojos asombrados por ese crecer de la nada.