Me parece curiosa esta necesidad de variedad, aún dentro de la misma especie, que tiene la vida.
Mónica Fernández-Aceytuno
Mónica Fernández-Aceytuno
No tienen calefacción en el refugio, sólo una pequeña chimenea, y es habitual que los armiños, con su librea blanca, entren en la cocina, corran por los pasillos, o jueguen como el cachorro del anuncio con el rollo del papel higiénico, pero no hay manera de atraparlos porque son muy escurridizos.
El cielo está hoy completamente despejado, por lo que es un buen día para ver a un alimoche que suele sobrevolar el refugio todo el año, pero lo que hoy es más probable es que vuelvan los armiños a entrar en la cocina para llevarse algo, y a salir huyendo como pájaros cuando los descubren, dejando la estela del pincel negro de su cola, la única parte de su pelaje que no ha mudado al blanco, en el aire.
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