10:48h Ha llovido más que en todo el otoño y el campo está empapado, desapacible, con todas las ramas dejando ver el paisaje del fondo, excepto las de los robles, a las que todo el peso del agua cayendo del cielo no ha conseguido tirarlas.

José estuvo podando la parra, como ya lo hacía su padre cada invierno, y me ha dicho que un bacel se ha secado. Han salido tantos sarmientos que los he amontonado junto a la pared de la casa. Están sin hojas, tristes, ásperos y oscuros, y ayer estuve leyendo que en las vides hay unos gorgojos llamados cigarreros de la vid cuyas hembras enrrollan los pámpanos y ponen un huevo dentro. Tengo que fijarme la primavera que viene, cuando le salgan a la parra esas primeras hojas que se ven tan nuevas y tiernas sobre la vieja cepa que además de verdes resultan los pámpanos un poco rosados, como los niños recién nacidos.

A los gorgojos, que son una suerte de escarabajos con trompa perforadora, los suelo yo encontrar por los agujeros perfectos que hacen, como taladrados por un máquina, en las bellotas y las avellanas. También me llama la atención que en los barcos suela haber gorgojos a bordo, donde no hay hojas para enrrollar en el modo en el que se lía un pámpano el cigarrero de la vid, sólo olas que no acaban nunca de cerrarse.

Feliz día, salud, de la que hoy yo no dispongo al estar sufriendo una gripe ahora mismo, y hasta mañana,

Mónica Fernández-Aceytuno

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