Grullas hacia el dormidero

Grullas hacia el dormidero

LAS ESQUIVAS GRULLAS

Nos encaminábamos al atardecer hacia el dormidero que las grullas tienen en el pantano de Valdesalor, a pocos kilómetros de Cáceres. Tras cruzar el río Salor, -fácilmente salvable al llevar poco caudal, ya que continúa su curso tras el muro de contención de la presa-, bordeamos el embalse con paso ligero para colocarnos en un lugar adecuado antes de que oscureciera.

Sobre una roca cerca del agua había un grupo de cormoranes muy quietos, como queriendo coger ya el sueño, pero tuvieron que salir volando ante nuestra presencia. Entre ellos, una garza permaneció como una estatua reflejándose en el agua. Los ánades reales también se asustaron y se adentraron en el agua, lejos de la orilla. Las lavanderas blancas se dejaban ver entre las rocas o volando sobre el embalse. Ya se escuchaban las grullas y vimos pasar grupos pequeños de tres o cuatro por encima de nuestras cabezas, haciendo un sonido débil pero perfectamente audible, como un trompeteo suave, cauteloso.

Entonces vimos una nutria. Asomaba la cabeza por detrás de una roca que estaba muy cerca de la orilla. Nos observó un rato, y no se movió a pesar de las voces de los niños, que la vieron perfectamente. Era grande como un tonel. Y tal y como se dejó ver, desapareció tras la roca y nada más supimos de ella.

Tampoco supimos nada más de las grullas, pues a pesar de que nos agazapamos bajo las ramas de un eucalipto que yacía en el suelo, y permanecimos sentados sobre su tronco hasta que se hizo casi de noche, y los niños no abrieron la boca (que ya es difícil), ninguna llegó al dormidero. Se escuchaban un poco más lejos, quizás habían decidido dormir esa noche en otro lugar, precisamente esa noche que íbamos a visitarlas. En fin, las aves son sabias. Si nos vieron, o nos intuyeron, o no se fiaron, nunca lo sabremos, el caso es que nos quedamos sin el maravilloso espectáculo que supone su llegada al dormidero. Lo sentí sobre todo por los niños, porque yo ya las había visto en otras ocasiones. Pero ellos estaban tan contentos con lo de la nutria que no les importó demasiado. Mejor.

A la vuelta, cuando regresábamos con el coche por la carretera, nos salió al paso un sanjuanillo. Mi padre llama así a los ratoncillos que se cruzan y dice que es señal de que va a llover.

Y eso parece, pues anuncian nuevas lluvias para esta semana. Bienvenidas sean si llenan los ríos y los embalses.

Un cordial saludo.

Pilar López.

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