No sé por qué veo las grietas por las que la vida se abre paso.
MF-A
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Los muros que separan unos campos de otros, eran de roca blanca, caliza, en las cuales se podían observar fósiles diversos. En estos muros, especialmente en los orientados al Este, por la mañana se soleaban las salamanquesas y las lagartijas italianas (Podarcis simula), a mí me parecieron bellísimas lagartijas.
Juan Carlos Delgado Expósito
N NATURALISTA POR EL SUR DE ITALIA
Durante una semana he tenido la suerte de visitar el Sur de Italia: Taurisano, Lecce, Otranto, Gallipoli, el mar Jónico, el Adriático y también algo de Roma.
Me hospedaba en Taurisano, gracias a la amabilidad de los paisanos de esta ciudad, de unos doce mil habitantes. Por la mañana amanecía algo antes que en el Sur de España, así que yo, inquieto por naturaleza, en cuanto entraba el primer rayo de luz por la ventana de mi habitación, me echaba la mochila a cuestas y me perdía por los olivares y pinares de los alrededores, no se porque en aquellos momentos se venían a mi memoria, las aventuras que había leído de Gerald Durrell, cuando siendo niño el mismo descubría la naturaleza de la isla griega de Corfú. Sea como fuere, allí estaba yo disfrutando de magníficos olivos, algunos de más de trescientos años de vida, inmensos, cargados de aceitunas.
Los muros que separan unos campos de otros, eran de roca blanca, caliza, en las cuales se podían observar fósiles diversos. En estos muros, especialmente en los orientados al Este, por la mañana se soleaban las salamanquesas y las lagartijas italianas (Podarcis simula), a mí me parecieron bellísimas lagartijas. Eran muy frecuentes y en unos escasos dos metros podía observar perfectamente hasta cuatro ejemplares.
En mis paseos matutinos pude comprobar la abundancia de las chumberas cargadas de abundantes frutos rojos y exquisitos, se de su exquisitez, porque un paisano con el que me entendí bien, me los dio a probar, cosa que por su puesto acepté.
Los petirrojos, las currucas cabecinegras y las urracas, eran frecuentes, estas últimas incluso se posaban al atardecer en la torre de la iglesia de Taurisano, donde también estaban las palomas.
Allí en el Sur de Italia dejé mi sangre, la que me succionaron los mosquitos que se cebaron conmigo, eran muy abundantes. La temperatura era agradable, incluso apretaba el calor.
En la mayoría de los pueblos y ciudades de la comarca me llamó la atención el uso de la encina como árbol ornamental de sus calles, plazas y avenidas. Tanto es así que en el escudo de la ciudad de Lecce está presente este árbol.
Unos compañeros de viaje pudieron observar un ejemplar de culebra leopardina (Elaphe situla), bella culebra que se movía por el jardín de la casa donde se hospedaban, les tranquilicé haciéndoles ver que se trataba de una especie inofensiva.
Estoy muy satisfecho de este viaje, las gentes del Sur de Italia, y en especial los paisanos de la ciudad de Taurisano, con su Alcalde a la cabeza, allí los alcalde son llamados Síndicos, me han ofrecido a mi y los frexnenses que hemos pasado allí todos estos días, la mejor HOSPITALIDAD que un ser humano puede desear. LA AMISTAD Y EL CARIÑO.
J. Carlos Delgado Expósito