Mientras saboreo los higos, llama mi atención un grupo de ciervos que se escabullen entre las sombras de pinos, quejigos, encinas y helechos, quizás estén ya barruntándose la berrea.

Crónica de Juan Carlos Delgado Expósito

Mientras saboreo los higos, llama mi atención un grupo de ciervos que se escabullen entre las sombras de pinos, quejigos, encinas y helechos, quizás estén ya barruntándose la berrea.

Crónica de Juan Carlos Delgado Expósito

Mientras saboreo los higos, llama mi atención un grupo de ciervos que se escabullen entre las sombras de pinos, quejigos, encinas y helechos, quizás estén ya barruntándose la berrea.

Crónica de Juan Carlos Delgado Expósito

ATARDECER EN LA SIERRA DE TENTUDÍA

En este día del mes de septiembre, el viento sopla del Oeste, los cirroestratos enmarañan el cielo, poco ha cambiado el aspecto del cielo con respecto al mes de agosto que nos acaba de dejar. En la sierra de Tentudía, el pico más alto de la provincia de Badajoz, con algo más de mil metros de altura sobre el nivel del mar, y mientras la luna se ha levantado ya por el Este, su compañero, el sol se hunde entre las sierras al Oeste, algunas aves: mitos, pinzón macho, arrendajo y petirrojo, aprovechan los últimos rayos del sol que se apaga, para picotear entre las ramas, las hojas y los frutos de una higuera, es una higuera de higos de piel blanca, decido probarlos para no ser menos que las aves; deliciosos.¿Hay algo mejor en esta vida que comer frutos cogidos del árbol, sin conservantes, pesticidas u otros elementos contaminantes?.

Mientras saboreo los higos, llama mi atención un grupo de ciervos que se escabullen entre las sombras de pinos, quejigos, encinas y helechos, quizás estén ya barruntándose la berrea. Los excrementos aparecen por doquier.

Un grupo de buitres planean en lo alto y unos veinte o treinta cuervos juegan con el viento, mientras emiten sus graznidos, seguro que van de recogida. Una paloma torcaz sale rauda del bosque y se vuelve a perder entre los árboles.

Un joven cabrero recoge un rebaño de cabras de todos los colores: marrones, negras, blancas y mezclas de diferentes colores. El viento desplaza por el suelo las hojas secas de los quejigos. El aire que se respira aquí arriba es verdaderamente reconfortante, balsámico, te llega dentro.

Al amparo de un muro de rocas crecen los membrillos casi hechos, en un membrillero asalvajado, a saber el tiempo que hace que no se poda.

El cielo hacia el Oeste se torna anaranjado, el sol ya casi ha desaparecido y la luna se muestra más bella, con más luz, la luz que su amigo el sol le presta para pasar la noche. Un ratonero pasa planeando lento con un ala de plumas estropeadas, lo observo con poca luz, se posa cerca en las ramas desnudas de un quejigo. Algunos perros ladran a lo lejos y se oye el balido de una oveja.

Me monto en mi coche con pocas ganas de marchar, saboreo hasta el último rayo de sol, hasta la última brisa fresca de la tarde-noche, esta es la mejor riqueza que un hombre pueda desear.

En la radio del coche Fito y Fitipaldis, quieren empezar la casa por el tejado, y yo quiero marcharme en busca de la cena. Aun me queda un ratito de viaje.

Juan Carlos Delgado Expósito

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