“EGOÍSTA”

EGOÍSTA

Lo que sucedió hace cuatro noches en el mar no lo ví, que me quedé en tierra.

Cuesta creer que ese día de hace cuatro noches, robado al verano, tuviera un envés tan distinto; pero, con la caída del sol, se levantaron olas tan grandes que Jose Manuel López Viñas, patrón, y Jesús, constructor de barcos; más que navegar, volaron a oscuras frente a la costa de la muerte con su velero de cuento. Bajo una media luna, y estrellas enteras de toda la Vía Láctea, se ataron con arneses para escalar la cresta de las olas. El mar estaba negro.

Frente a Finisterre, la estela y todos los cabos sueltos, empezaron a emitir rayos de luz blanca por la acumulación de seres de una sóla célula cuyo nombre es Noctiluca miliaris, y que origina efectos de luminiscencia en las aguas en movimiento. Hasta los delfines, jugando de noche con el velero, dejaron en el mar un rastro luminoso que parecía de otro mundo.

Fuimos a esperarles. Traían la cara quemada de sol, y los ojos brillantes de sueño y de plancton. Pero llegaron sin delfines, ni estrellas, ni media luna, ni cabos brillantes; esa noche de hace cuatro noches se ha quedado en la memoria del “Egoísta” y, los de tierra, sólo podemos imaginarlo.

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