TREPARRISCOS

TREPARRISCOS Y UROGALLOS

Desde las altas montañas de la cordillera Cantábrica, desciende por el frío el treparriscos hacia los acantilados marinos, y hacia los roquedos del norte.

El treparriscos -Trichodroma muraria- se agarra a los cortados como una lapa, y trepa por ellos con las alas abiertas a modo de libro, buscando con su pico largo y curvado las arañas rupícolas que viven en las grietas. Igual que un albañil, silba siempre la misma estrofa mientras asciende sin andamios. En invierno se calla. Por eso resulta muy difícil localizarlo a primera vista pues tiene el tamaño de un mirlo y el gris de las piedras, y el macho un poco de carmín en las cobertoras del ala.

En los veinte años que lleva trabajando de guía José Enrique Remís en el Parque Nacional de los Picos de Europa, sólo ha visto una vez al treparriscos, de casualidad, sobre la cueva de Covadonga, en un día de invierno.

Se mezcla con la piedra como el urogallo con las hojas. Hace unos días, una hembra de urogallo saltó delante de José desde la rama baja de un haya y, teniéndola a un metro, sabiendo que estaba allí, no se veía entre la hojarasca.

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