TIBURÓN

VUELVE EL PEREGRINO

La piel de un tiburón no es lisa. Está llena de dientes que muerden el mar y rompen las redes. Redes que se echan hoy a la gamba o a la cigala en el golfo de León. Y hombres que se echan al mar todos los días, a pesar del temporal que ha sopladoen el Mediterráneo.

De la mar ha sacado Manuel Perelló esta semana la red rota porque ha vuelto el peregrino.

Llegan por Cuaresma. Hay años que se concentran a miles en el golfo de León. El peso de la red delata su presencia bajo el barco y saben que es más grande que toda la tripulación junta. Se beben el mar sin prisas y atrapan lo más pequeño: el plancton. El resto lo dejan escapar por las hendiduras braquiales que casi les rodean la cabeza como un collar de varias vueltas.

Cuentan los pescadores que también los ven en superficie y que parecen dormidos, flotando en el agua sin hundirse gracias a su hígado rico en aceites.

Nuestras redes no buscan al peregrino, lo encuentran. Son absolutamente inofensivos, menos su piel, cuya caricia es lo más parecido al papel de lija.

Mónica Fernández-Aceytuno

CAMBIO 16, Marzo 1994

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