f. Se dice tanto de la planta como del fruto…
terrón.
m. Tierra apelmazada.
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Aún habiendo ido también en verano, siempre recuerdo San Millán con frío.
Dejábamos abajo el monasterio de Yuso y subíamos a otro más pequeño, que era el monasterio de Suso, donde había un guía que iba vestido de negro y tenía el pelo muy blanco y no era muy alto, pero resultaba enorme por el eco de su voz en la piedra, y por su manera grandilocuente de contarnos, como si allí hubiera sucedido el mayor de los milagros, el nacimiento de las primeras palabras escritas en castellano.
Entonces tendría yo diez años, iba con mis padres y hermanos y tíos y primos, pero sólo se oían nuestros pasos y la voz firme y reverberante del guía, que era muy conocido pero cuyo nombre no recuerdo aunque sí todas las facciones de su rostro mientras hablaba. A él quedó unido para mí el nombre de Gonzalo de Berceo. Y la vista desde Suso, con el San Lorenzo nevado. Todo estaba envuelto en ese frío de la Rioja en invierno, cuando las vides parecen oscuros y retorcidos fantasmas entre la niebla, y se ve blanquecina su tierra roja, llena de angulosos terrones congelados que no deshace la azada, y en lo alto de los álamos, como nidos esféricos de carriza, las bolas del muérdago que parasita sus ramas.
Para ir a San Millán desde Tricio, cruzábamos el puente de Arenzana, bajo el que el Najerilla pasa redondeando los cantos con esa agua que, cuando brillaba sobre la piel en verano, atraía a los tábanos. Pero siempre era invierno en Yuso, nos salía el vaho por la boca mientras nos enseñaban unos libros muy grandes cuyas hojas estaban hechas con la piel del feto de una vaca y contábamos con la imaginación cuántas vacas habían muerto preñadas para que pudieran escribir los monjes. Aunque ya nada me interesaba porque bajaba de Suso con las palabras del guía y de Gonzalo de Berceo en la cabeza… «Quiero fer una prosa en román paladino, /en cual suele el pueblo fablar con so vezino;/ca non so tan letrado por fer otro latino./Bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino». A los que van a investigar allí en el nuevo Centro nuestra lengua, les recomiendo que busquen a este guía, y si ya no vive, tengan para él un recuerdo, porque hacía renacer en los oídos de los que aún éramos niños, el castellano.