Ramón Gómez de la Serna

Si la actitud del director de una empresa consigue filtrarse hasta en el último de sus empleados, ¿cómo no van a impregnarse las cosas, carentes de rebeldía, con la personalidad del que las posee?. Y al revés: ¿qué influencia ejercen las cosas que no muerden ni hablan ni respiran, sobre la vida?.

Llegué yo a las cosas de Ramón Gómez de la Serna, al ramonismo , como llego a todas partes, sin saber muy bien por qué ni cómo, sin proponérmelo, que las lecturas para mí son erráticas, y me las voy encontrando sin buscarlas, sin que nadie me las recomiende, sin guía, yo diría que por algo que está más allá de los sentidos y de la lógica, como el que lee un anuncio de papel pegado en la tapia de una calle por la que pasa por vez primera y a la que no regresa, pero de la que se va con unas frases en la cabeza: “Se busca perro. Se gratificará”, y no duerme hasta encontrar al dueño.

Y así, con un vestido rojo y un abanico de papel en la mano, me vi mirando, a través de un cristal que me reflejaba, las mariposas disecadas, las plumas, las fotos, los libros, las esferas, los cuadros, las pipas, el tabaco de Ramón Gómez de la Serna. Encerrado estaba, en un cubo de cristal, su despacho completo, ¿la torre de marfil?, bendita torre de marfil, consoladora lectura del que alguna vez le echaron en cara su aislamiento. De pronto, vi los pisapapeles de cristal. Me brillaron los ojos. Igual que Truman Capote, ¿cuadrarán las fechas?, en “una plateada tarde de junio”, en la que Capote fue a ver a Colette, la gran dama de las letras francesas, y le contagió esta señora la aficción por los pisapapeles antiguos de cristal, pisapapeles transparentes con flores encerradas como las que se pintan cuando no se piensa en nada. Seguimos. Mesas, tinteros, sillones, patos de porcelana, hojas, tantas cosas de Ramón Gómez de la Serna impregnadas de él mismo, hablando del que allí ya no estaba.

“No debe dejarse nada en lo que es”, escribió Ramón para que, al leerlo, ya no fuéramos los mismos. Estantifermismo: “Al variar el decorado de una habitación no se tiene en cuenta lo que con eso va a variar el tipo del que la habita” (…) “y cuando vayan a verle esos primos carnales, que son los que más aclaran sus parecidos y desmejoramientos a través del tiempo, les encuentren desconocidos”.

Así que cuidado con la reforma de la casa este verano, cuidado con los papeles pintados, que vuelven a llevarse, con sus grandes amapolas blancas sobre un fondo verde, y sus lazos granates y alicaídos para siempre. Cuidado con lo que vamos acumulando porque vivirá más que nosotros, y contará cómo fuimos cuando ya no haya manera de llevar la contraria, en su mudo discurso, en sus colores, en su respirar, a las cosas.

Mónica Fernández-Aceytuno
BLANCO Y NEGRO DOMINICAL
Domingo, 21-7-2002

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