PERDICES

MAREAR LA PERDIZ

SE puede engañar a la perdiz con “el caracol”, esa táctica que consiste en ir caminando en círculos cada vez más cerrados alrededor de la perdiz hasta que se aplasta y entra el perro y pega un salto y vuela como vuelan las perdices, con fuertes aletazos y en línea recta, dejando mudo al monte por la belleza de su vuelo, tan ágiles que se diría que se desnudan al volar de ser gallináceas.

Se le ocurrió “el caracol” a Ismael Tragacete, campeón mundial de caza con perro y gran amante de la naturaleza, observando cuando cazaba con su padre para vivir, la manera en la que las águilas trazaban círculos muy amplios en el aire y cómo los iban cerrando en espiral y, a la vez, en hélice, bajando poco a poco, lo cual hipnotizaba a las perdices y, cuando ya estaban confiadas, hacía el águila un quiebro y agarraba a una, y así aprendió que no tenía que ir el cazador en línea recta hacia la perdiz, sino girar muy despacio hasta marearse alrededor de ella.

Empiezan a emparejarse estos días las perdices: “La perdiz por San Antón, la perdiz con el perdigón”, pero no está muy claro de dónde viene esa expresión de “marear la perdiz”, aunque se mareen las perdices igual que a las gallinas para que se queden quietas y sirvan de muestra a los perros que se entrenan para la caza.

Lo que está claro como el día es su significado en el habla coloquial y esto lo define de maravilla el Diccionario de la Lengua Española. Marear la perdiz:

“Hacer perder intencionadamente el tiempo en rodeos o dilaciones que retrasen u obstaculicen la resolución de un problema”.

Esta es precisamente la sensación que, ante el panorama actual, la perdiz y yo, tenemos.

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