ACTUALIDAD NATURAL
VISONES EN LA CARRETERA
MÓNICA FERNÁNDEZ-ACEYTUNO
ABC,Lunes 23-10-2006
VISONES EN LA CARRETERA
MÓNICA FERNÁNDEZ-ACEYTUNO
ABC,Lunes 23-10-2006
EL CANTO DEL MIRLO BLANCO
La vida se enreda con poca mate-
ria. Una luz. Un olor. El canto del
mirlo en el aire lavado con lluvia
que, si llegas a tener, y se va, te falta
tanto, que el resto de la vida es un
plantar madreselvas para que vuelvan
los mirlos.
Y allí donde hay alguien que pone a
crecer una hiedra, un seto de arizóni-
cas, o una madreselva, aunque no pien-
se en los mirlos, aunque ni siquiera se-
pa cómo es su canto, con el solo moti-
vo, tal vez, de no ver, ni ser visto por
sus vecinos; se encuentra, al cabo de
unos años, observado con la mirada os-
cura de los mirlos, cuyos ojos tienen al-
rededor un anillo. Naranja. De un na-
ranja tan iluminado como el del pico y
que destaca en un pájaro que, cuando
cruza de la hiedra a la madreselva, pa-
rece un chispazo de plumas negras.
De forma excepcional también hay
mirlos blancos, totalmente blancos:
uno de cada diez mil es albino, y no es
este un defecto de tantos que tiene la
vida, ni un ensayo, es sólo la manifes-
tación por azar de un gen recesivo y
que, como toda singularidad, puede
trabajar la existencia: un mirlo blanco
es, valga la redundancia, mejor blanco
para sus predadores.
En el Museo de Ciencias Naturales
de Madrid hubo hace unos años un
ejemplar de mirlo blanco que hoy ya
no está expuesto y en estos momentos
me lo imagino con esa cara de perpleji-
dad ante el mundo que tienen los ani-
males disecados, al lado de un ñu, o de
una jirafa, en el mismo cuarto oscuro.
Pero, además de blanco, o de negro,
un mirlo común puede ser, también por
caprichos del cromatismo, de un color
al que los ornitólogos llaman color isa-
bela y que supongo que tendrá mucho
que ver con el tono isabelino de los ca-
ballos, una mezcla de blanco y de par-
do que aparece de forma total en algu-
nas perdices, zorzales y mirlos. Y con
los colores surgen también nombres
preciosos como el de perdiz isabela.
Después hay que tener en cuenta no
sólo el color, sino el tono. Hay una regla
en ecología, la regla de Gogler, que rela-
ciona el color con la humedad y la
temperatura:
según esta regla un mirlo se-
rá tanto más oscuro cuanta más hume-
dad posea el ambiente donde vive, aun-
que yo no he apreciado tal cosa en este
lugar donde los musgos andan de un si-
tio a otro con la suela de los zapatos.
Claro que mi criterio es muy parti-
cular, como mi oído, ya que me parece
más hermoso el canto de escapada del
mirlo cuando vuela como si le persi-
guiera el mundo, como si volara de un
universo a otro, que su canción com-
pleta de notas puras. Me suena más a
verdad la escapada, como me pareció
más verdad este sitio cuando lo vi ilu-
minado por la luz de una tarde de vera-
no. La luz. Creo que ahora es la luz de
las estrellas, de lejos, la que me tiene
enredada en este final de la tierra del
que dicen que sólo tiene lluvias y que
para mí es principio, y tierra de arcoi-
ris. Y de olores. A tierra mojada, a la
madreselva que puse a crecer en un
campo que fue campo de lino y que, co-
mo a todos los campos que alguna vez
fueron cultivados, no hay quien lo ca-
lle, y echa las flores azules de lo que
fue todos los años, aunque sea en la cu-
neta.
Creo que por aquí nunca pasará un
mirlo blanco. No importa. No le pido a
la vida un chispazo de plumas blancas,
sino el canto del mirlo en el aire lavado
con lluvia.
Mónica Fernández-Aceytuno
EL CANTO DEL MIRLO BLANCO
Blanco y Negro, 14-2-1999
Fondo de Artículos de
aceytuno.com