f. Guarida propia de algunas especies tanto terrestres como marinas…
micelio.
m. Maraña de hifas entrelazadas que constituyen el cuerpo vegetativo, carente de clorofila, de los hongos.
Como un jilguero comiendo uvas sobre una parra al que de pronto se le niega el cielo, así las setas, según se arrancan, empiezan a añorar la humedad de su umbría, las raíces del árbol, el olor del bosque al caer la tarde.
La seta es la fruta que antes se marchita. Una seta vive sólo unos días, o unas horas, y no surge del micelio del hongo, la sábana bajera del bosque, todos los años. El surgir de las setas es más fugaz que el más veloz de los pájaros. Por eso es tan difícil, quedando tantos por encontrar, descubrir una nueva especie de hongo.
Hace veinte años, Zugaza, un excelente micólogo, entregó una seta a Gabriel Moreno Horcajada, hoy catedrático de botánica de la Universidad de Alcalá de Henares, y le dijo: “a ver si tú das con el nombre”. Se trata de un níscalo de los encinares de color rojizo que huele a café torrefacto. Al envejecer, se hunde por en centro y recoge el agua de la lluvia, si llueve. Sus esporas, vistas al microscopio, están reticuladas con un dibujo que recuerda a unas medias de red color crema.
En honor a Zugaza, esta seta acaba de recibir el nombre de Lactarius zugazae y se podrá ver hoy en la exposición del Real Jardín Botánico de Madrid, y también en los encinares, surgiendo de la tierra como un jilguero que, a cámara lenta, emprendiera el vuelo desde una parra.
Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, 24-11-2001
Aceytuno.com