mascato.

m. Denominación que recibe en Galicia el alcatraz común o alcatraz atlántico (Morus bassanus). Gran ave marina esbelta de 90 cm. de envergadura alar y 3.000 gramos de peso de color blanco, excepto la punta de las alas que parecen manos negras, como si las hubiera metido en un tintero, y la cabeza vainilla, canela, en los adultos de al menos cinco años, siendo los jóvenes de color pardo, como si estuvieran manchados de barro, para luego volverse píos, blancos y negros, en el segundo invierno. Frecuente en las costas españolas durante los meses más fríos, cría en los acantilados del tercio norte del Atlántico, concentrándose en colonias donde se cuentan decenas de miles de parejas en algunos islotes, donde emite graznidos que recuerdan en ocasiones a ladridos cuando se disputa el alimento. Para pescar se zambulle de una manera tan espectacular que la salpicadura que provoca al entrar en el agua se puede ver a mucha distancia. Se lanza en picado desde 20 metros de altura para echar hacia atrás las alas en el último momento. Los jóvenes pican con más frecuencia para alimentarse de peces y de cefalópodos. El vuelo es pausado y rectilíneo avanzando, con el cuerpo algo erguido, de manera horizontal. El alcatraz recibe la denominación de mascarell en Cataluña, además de zanga en el País Vasco.

Navegó su camino, y entre día y noche andarían veinticinco leguas, porque tuvieron calma. Escribió veintidós. Este día a las diez horas, vino a la nao un alcatraz, y a la tarde vieron otro, que no suele apartarse veinte leguas de tierra.

Miércoles, 19 de septiembre
“Diario de a bordo” de Cristóbal Colón
copiado por fray Bartolomé de Las Casas

Alcatraz:/ Raymond Barlow (www.raymondbarlow.com)

Alcatraz / Raymond Barlow (www.raymondbarlow.com)

El ave marina que salió ayer fotografíada en los periódicos, es un mascato, un alcatraz, Sula bassana. Algunos navegantes los llamaron en otro tiempo pájaros bobos, por posarse en los navíos, y dejarse atrapar con las manos. Al estar petroleado, no se le ve la edad en las plumas, blanquísimas en los adultos, con la punta de las alas negras, pero sí los ojos, de un azul muy claro y, a diferencia de los cormoranes, el pico sin gancho al final, con punta de espada. Las aves migradoras que son los alcatraces, se parecen a las Leónidas, esas estrellas fugaces que nos recuerdan estas noches la redondez del cielo, con bólidos verdes. Como los meteoritos, se diría que también los alcatraces están siempre suspendidos, en el espacio, en el vacío, en el aire, esperando a que pase la Tierra, para brillar de plumas blancas, y dibujar, en hileras, la forma de la costa. La sucesión natural, todo lo puede, incluso las más negra de las mareas, excepto una cosa: la repetición del mismo sucedido a lo largo del tiempo. Como la yerba pisada siempre por el mismo sitio, no vuelve. Por eso lo que acaba con la naturaleza no es el petróleo, sino el olvido, el olvido. Hasta hemos olvidado cómo se llaman las aves marinas.

Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, 18-11-2002
Aceytuno.com

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