MAGNOLIO

EL MAGNOLIO

El árbol al que anteayer se encadenó la baronesa Thyssen es un magnolio.

Este matiz de la noticia no me parece menor pues no es lo mismo encadenarse a un plátano, que a una falsa acacia, que a uno de los árboles con flor más primitivos de la Tierra: el magnolio.

Las flores que da este árbol son casi idénticas a las primeras flores que salieron en el mundo, hace doscientos millones de años, grandes, blancas y sencillas, como era todo en la Tierra antes de que el mundo diera tantas vueltas. Y a su vez estas flores dan unas piñas alargadas y negras en las que se insertan unas semillas rojas en forma de pepitas que siguen en su piña las líneas exactas de una espiral que recuerda a la de nuestra galaxia, como si para hacerlas se hubiera dejado llevar la piña por las corrientes en remolino del Universo.

Hoy se están cayendo las últimas piñas de los magnolios, para dar paso a las nuevas flores que se abren en Madrid por la Feria del Libro y exhalan un olor tan intenso, tan fuerte y tan parecido al que dieron estas flores en sus tiempos primigenios para atraer a los insectos que entonces eran grandes como pájaros, que la gente que pasea por la feria se marea, se alegra y compra libros.

Y cuando la gente lee, aprende, y le pone nombre a los árboles, y entiende que, el que ama la Naturaleza, como el que ama el Arte, procura mantenerla férreamente alejada del peor de los contaminantes: la contienda política.

Insisto en que no es un matiz menor que sea un magnolio el árbol que ha salido en las portadas, porque es uno de los árboles con flor más primitivos de la Tierra, y es primitivo encadenarse a él, y es primitivo talarlo.

Mónica Fernández-Aceytuno

ABC, Lunes 7-5-2007

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