LUZ

OLA DE LUZ

La luz del sol crece estos días con tanta fuerza que su rumor trae ya, no sólo segundos, sino minutos enteros de luz; hoy, este día, ganará a la noche un minuto más de luz al amanecer, y otro minuto por la tarde, en el ocaso, cuyos crepúsculos también se alargan.

El día tiene ahora más de once horas de luz y, a esta duración de tiempo diario en que los organismmos están expuestos a la acción directa de la luz, se le llamó, a principios de siglo, fotoperiodo: el factor elegido por la vida para fijar sus ritmos anuales. Pero, desde aquí, no percibo estos días que crecen como un tiempo que se pueda contar en números, sino como un olor indefinido que llega desde las ramas; o como un sonido lejano parecido al que hacen las olas del mar al detenerse para que veamos su cresta, justo antes de reventar en flores, en cantos, en hojas: es una luz que huele, una luz que suena. Así veo la luz que consigue despertar al caracol enterrado, y que llena de yemas verdes las ramas falsas de la higuera.

Es la luz que tienen los niños que salen y entran de día en casa; una ola invisible que ha roto en parejas las bandadas de pájaros y que traerá esta año, tal vez, aquello que nunca nos trajo.

Mónica Fernández-Aceytuno

ABC, 24-2-1999

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