LÍQUENES

BOSQUE VERDE SIN HOJAS

Viniendo de La Coruña, a la altura de Piedrafita, se ven por la derecha unos bosques de robles que están verdes sin hojas.

Como si se tratara de la rama cristalizada de Stendhal, aquella que abandonada en las minas de sal de Salzburgo para explicar qué es el amor, cristales de sal sobre una rama deshojada en invierno, así están recubiertas de líquenes verdes las ramas de estos carballos, y los troncos. Casi completamente. Tiene que estar aquí el aire muy puro para que se posen de esta manera los líquenes. Pero siempre un paso, una primavera por detrás de la primavera del árbol. Y así parece que lleva cada roble un jersey verde claro que siempre le queda pequeño, ceñidísimo, puesto que le asoman por sus muchos brazos el crecimiento del año, sus oscuras manos vegetales, sus dedos pardos, que aún no ha recubierto el liquen. Todo ocurre así más o menos en la Naturaleza, que no es una acumulación de hechos simultáneos, sino un encadenado de sucedidos: primero la rama, después el liquen.

En el bosque verde sin hojas, lo que se ve ahora es el pasado, al señalar los líquenes lo alto, lo lejos que llegó el árbol la penúltima primavera.

Mónica Fernández-Aceytuno

ABC, Lunes 9-02-2004

www.aceytuno.com

Siguiente Post:
Post anterior:
Este artículo lo ha escrito