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“Estimada Mónica:

Me había olvidado de mandarle esta historia en su momento y lo hago ahora.Creo que la Perdiz
se lleva la mayor puntuación entre las aves que habitan en casi toda la península,

“Estimada Mónica:

Me había olvidado de mandarle esta historia en su momento y lo hago ahora.

LA PERDIZ

Creo que la Perdiz se lleva la mayor puntuación entre las aves que habitan

en casi toda la península, sin menospreciar a otras que también y cada vez

más diezmadas habitan nuestros bosques, como el Urogallo, el Búho, el

Águila, la Lechuza, el Quebrantahuesos, el Buitre, la Avutarda, el Faisán,

etc…. La Perdiz es especial y lo demuestra por su bravura, su elegancia,

su colorido, su orgullo, es la más bonita. Creo que es la más representativa

de las autóctonas de nuestras tierras. La conozco desde mi niñez, de cerca y

de lejos, por haber escuchado los comentarios de los mayores conocedores de

sus costumbres y su hábitat.

Ya he comentado en otra ocasión que oírle cantar desde un risco a primera

hora del día es un placer. Lo hace con fuerza, como si ella misma escuchara

su eco en el fondo del barranco o en la ladera de enfrente. Tiene un timbre

de voz y una calidad de sonido musical excepcional, suena limpio, hermoso,

provocativo. Si alguien le enseña es capaz de simular un cornetín tocando

diana floreada en un cuartel.

Creo que quiere presumir ante su grupo, bando o pollada que manda. Es el más

dominante, el más fuerte y dispuesto a la lucha con cualquier otro macho

indiscreto que se le oponga. Por eso es altivo, desafiante, lo demuestra

cantando desde cualquier mojón, para que se le vea y oiga más, mirando al

cielo muy quieto, como si fuese un Urogallo, pero con melodía más

entendible, como acompasando una marcha militar del tipo de la legión.

Quisiera haber tenido en ocasiones la grabación de su variedad de cantos o

melodías en cada momento puntual. Lo frasea todo, lo explica todo a su

grupo. El primer canto de la mañana, es para anunciar que está allí

dispuesto a todo, con valentía, casi con soberbia. Hace el canto del águila

para percatar a los suyos de que hay peligro, y se queden petrificados sin

mover una pluma.

Llama a su grupo anunciando que ha encontrado comida apetitosa. Cuando se

enfrenta con un contrincante canta muy suave, bajito, casi no se le oye. Si

se le sorprende en algún desnivel del monte, vuela asustado diciendo:

“pícharo, pícharo, pícharo”. También se sabe cuándo se le pasa el celo,

porque dicen que tira “luises”, es decir se le oye un “luiiiiiiii”. A veces

también es infiel cuando la hembra incuba, pero a la salida de los pollos

con el cascarón pegado al culito, los protege y coopera para enseñarle entre

otras cosas la peligrosa vista de su primer enemigo, el Águila.

La hembra es distinta, lo primero que le distingue del macho es que no tiene

espolones, es un poco más pequeña, su único canto es el estribillo

“carascacachá” y nada más, pero lo dice con mucha finura, como coqueteando,

como “locuela”, como muy progre, como debe ser por ser femenina, ¿no?.

A los diez o quince nacidos de sus puestas les encantan las langostas, no

como las de Acapulco ¡no!, son los saltamontes que se encuentran en los

rastrojos ya segados en Agosto, pero pequeñitos de dos o tres centímetros

que vuelven locos a los perdigones pues se los comen como si fuesen un

manjar.

Me gusta más la Perdiz de la gran sierra, es más brava y salvaje. Verla

“dejarse ir” planeando en una ladera a sesenta u ochenta kilómetros hora, es

un placer. Duermen en las faldas de las montañas, al raso, para prevenir

cualquier peligro y siempre en la parte de la solana. Por las mañanas bajan

en vuelo a las vegas para comer y vuelven apeonando hasta sus zonas de

sueño. La montaña tiene el peligro de las nevadas. Una vez comprobé, que un

bando de perdices se introdujo en una pequeña cueva para protegerse, y

perecieron todas al obstruirse la salida con la nieve.

Algunos viejos del lugar dicen que las perdices criadas en granjas y que se

sueltan en el monte para repoblar, son “tontas”, no tienen experiencia para

evitar el peligro del Zorro o del Búho por la noche, o del Águila durante el

día. Yo creo que las “tontas” bienvenidas sean, siempre aprenderán de las

“listas” y contribuirán a que nuestro mosaico peninsular siga siendo el

hábitat más querido de todas las especies ornitológicas de Europa.

Aunque de vez en cuando a las “novicias”, introducidas en los campos desde

las granjas, se les escape un “gallito”, ¿qué más da?. Nadie podrá

distinguir un medio tono en su canto lejano y potente desde los cerros de la

montaña. Lo importante es que sigan anunciando un nuevo amanecer como han

hecho a través de los siglos. También lo es que sigamos escuchando

repetidamente su “cocheché, cocheché, cocheché”, “carrascacachá”, ” ras,

ras, ras,ras”……

Un cordial saludo, Jerónimo

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