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Buenos días. Ayer estuve un rato charlando con un guarda de uno de los refugios de montaña que hay en el Pirineo oscense y me contó una cosa que no sabía:

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Buenos días. Ayer estuve un rato charlando con un guarda de uno de los refugios de montaña que hay en el Pirineo oscense y me contó una cosa que no sabía:

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Buenos días. Ayer estuve un rato charlando con un guarda de uno de los refugios de montaña que hay en el Pirineo oscense y me contó una cosa que no sabía: que los lirones entran, como los ratones, en la cocina.

Es muy curioso el impacto que causa nuestra especie en un lugar tan aislado como la alta montaña, y que no siempre tiene por qué ser negativo. Lejos de la consideración que suele darse a nuestra presencia en el medio natural, lo que yo vengo observando es que, en muchas ocasiones, por el contrario, nuestras habitaciones o nuestro barcos hundidos, se convierten en renovados soportes para la vida.

Y así, en la alta montaña, donde quizás no han llegado los ratones domésticos, los lirones, tan silvestres, encuentran su sustento en la cocina del refugio. Esto demostraría a su vez otra observación: que hay animales silvestres que lo que quieren es ser domésticos; cosa que, por otro lado, hay que procurar evitar, para no quedarnos sin vida silvestre.

De los lirones, lo que yo había escuchado hasta ahora, es que a veces hibernan en las casas de campo, donde en una ocasión, según me contaron, un lirón apareció dormido en el pliegue de una cortina. Su sueño es tan profundo que no se despiertan mientras los tienes en las manos.

Estos otros lirones del refugio, imagino que salen corriendo, cuando ven al guarda, por la manera en la que ayer me describió, con cierto fastidio, la habitual presencia de los lirones en la cocina.

Feliz día y hasta mañana,

Mónica Fernández-Aceytuno

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