Observé sobre una Rhaphiolepis indica del Real Jardín Botánico, a un grupo de hembras al sol, mientras dos señoras hablaban de su soledad justo debajo.
MF-A
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EL PECHIAZUL
Como la prueba única de un grabado en un archivo, pasó desapercibido durante siglos en la montaña el pechiazul. No resulta difícil colegir por qué, al descubrirlo, se le puso ese nombre, teniendo el macho ese color azul de bandera sueca en el pecho, Luscinia svecica, el mismo género del ruiseñor, más anodino pero mejor cantor, como si tampoco las aves pudieran tenerlo todo. En las Marismas andaluzas donde inverna le llaman espejito quizás porque se diría que las plumas del pecho reflejaran el cielo. Y ahora resulta que esta ave cría también ya fuera de la montaña, en los cultivos abandonados, como en un centenal de La Bañeza, donde Juan Carlos Martínez Salvadores lo retrata, caminando por la tierra donde anida, bajo las jaras, o mojándose el pecho azul en el agua. Nadie le ha contado a este pájaro que ya es primavera, pero lo sabe por la luz, esa agua, empapando los días.
Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, 22-3-2014
Buen domingo,
Mónica
FOTO: Pechiazul medalla blanca (Luscinia svecica cyanecula)
AUTOR: Juan Carlos Martínez Salvadores
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