Debo a mi hijo Carlos la imagen y el título. No es fácil definir mejor lo que está siendo la última parte del invierno.

Joaquín

Debo a mi hijo Carlos la imagen y el título. No es fácil definir mejor lo que está siendo la última parte del invierno.

Joaquín

Debo a mi hijo Carlos la imagen y el título. No es fácil definir mejor lo que está siendo la última parte del invierno, con lluvias continuas, vientos fuertes, sin apenas verse el sol y con muchos días en alerta naranja. Ya sé que esto no es Carraceda, pero el campo está enguachinado y las labores se han paralizado.

En el ABC se publicó un buen reportaje de Antonio Marroco sobre una serie de curiosidades de los naranjos sevillanos, empezando por la que hace referencia al penúltimo de los trabajos de Hércules consistente en el robo de la manzana de oro del Jardín de las Hespérides. Pudiera ser que no fueran manzanas doradas sino naranjas las frutas tan cotizadas que otorgaban la inmortalidad a sus poseedores. ¿Traería Hércules los naranjos a Sevilla?

Mitos aparte, fueron los musulmanes los que en el siglo XI trajeron los naranjos a España. Creían que sus frutos, si no la inmortalidad, como en el caso de los del Jardín de la Hespérides, asegurarían la felicidad de sus dueños. Desde el siglo XII los naranjos forman parte de los shan, los patios religiosos de las mezquitas.

En Sevilla el naranjo estuvo muy relacionado con Al Mutamid, el rey poeta. Cuenta Marroco que Ibn Ammar, muestro Abenamar, el favorito del rey, masticaba hojas de naranjo mientras que en una reñida partida de ajedrez se jugaba el destino de Sevilla con su amigo/enemigo Alfonso VI el Bravo.

Otro amante del naranjo, aunque seguramente se preocuparía más de los aspectos económicos de su cultivo que de conseguir la inmortalidad o la felicidad, fue el duque de Montpensier. Su dedicación le valió el sobrenombre de Antonio, “el Naranjero”. El duque fue el padre de Mª de las Mercedes, casada con su primo Alfonso XII en 1878, y muerta de tifus apenas cinco meses después.

La fruta de los naranjos amargos que adornan las calles y jardines de Sevilla no se consume en fresco sino que con ella se elabora una riquísima mermelada que los ingleses llaman Sevilla Orange Marmalade. Es la única mermelada que en el Reino Unido recibe tal nombre. Al resto, bastante despectivamente por cierto, se les denomina jam.

Un abrazo. Joaquín

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