De acuerdo con el folklore del siglo veinte, las leyes de la aerodinámica prueban que el abejorro debería ser incapaz de volar.

José Manuel Guerra Sanz

De acuerdo con el folklore del siglo veinte, las leyes de la aerodinámica prueban que el abejorro debería ser incapaz de volar.

José Manuel Guerra Sanz

Aunque los polinizadores más frecuentes suelen ser abejas, los abejorros realizan esta acción también con gran eficacia y en algunos casos, por ejemplo, en los tomates de invernadero, su actividad es imprescindible, llegando a constituir un binomio económico importante, la cría artificial de abejorros y el cultivo de tomate en invernaderos.

De acuerdo con el folklore del siglo veinte, las leyes de la aerodinámica prueban que el abejorro debería ser incapaz de volar, ya que no tiene la capacidad (en términos de tamaño de ala o movimientos por segundo) para alcanzar el vuelo con el grado de carga necesario en el ala. Sin percibir que los científicos “probaron” que no puede volar, el abejorro lo hace satisfactoriamente.

El origen de este mito ha sido difícil de ubicar con certeza. Un especialista en aerodinámica suizo en una cena realizó algunos cálculos y concluyó, presumiblemente en tono de broma, que de acuerdo con sus ecuaciones, los abejorros no pueden volar En años posteriores, se rechazó este origen, sugiriendo que podían existir múltiples orígenes, y que el más antiguo que encontró fue una referencia en el libro francés “Le vol des insectes” de 1934, en el cual habían aplicado las ecuaciones de resistencia del aire en insectos y descubrieron que su vuelo era imposible, pero que “uno no debe estar sorprendido de que los resultados de estos cálculos no coincidan con la realidad”.

Se cree que los cálculos que determinaron que los abejorros no pueden volar están basados en un tratamiento lineal simplificado de perfiles alares oscilantes. El método indica oscilaciones de pequeña amplitud sin separación del flujo de aire. Esto no considera el efecto de la entrada en pérdida dinámica, una separación del flujo de aire que induce un gran vórtice sobre el ala, que brevemente produce una fuerza de suspensión del perfil alar de varias veces la fuerza del vuelo regular.

Análisis más sofisticados muestran que el abejorro puede volar porque sus alas encuentran una entrada en pérdida dinámica en cada ciclo de oscilación. El número de veces que bate el ala el abejorro es de unas 200 veces por segundo, dando lugar a vórtices de sustentación debajo de sus alas, capacitándoles para realizar sus vuelos.

Como vemos en la fotografía que acompaña este artículo, su capacidad de vuelo es indudable.

José Manuel Guerra Sanz

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