Un japonés, Pablo Kirose, que se hizo muy amigo mío, se enamoró de Sevilla hasta el punto de que le puso el nombre de Reyes a su unico hijo. Forma parte de una asociación que, sin ánimo de lucro, se dedica a promover la amistad con otros países regalando cerezos para plantar en las calles de sus capitales. Fue muy laboriosa la aceptación de varios centenares de árboles, que se plantaron en diversas calles del barrio de Salamanca de Madrid, pues la inspección del Ministerio de Agricultura no autorizaba su entrada en España por miedo a que se produjeran cruzamientos indeseables con nuestras variedades. Por fín se autorizó la entrada de una variedad de flores estériles. Todavía son árboles jóvenes y su floración no tiene punto de comparación con los plantados en las calles japonesas, pero te animo a que en la próxima primavera los disfrutes.
Un abrazo. Joaquín
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7:40
El meloncillo es grande, con la cola tiene casi un metro, y es de patas muy cortas, por lo que cualquiera consigue alcanzarlo si corre por un calvero.
Como si hubiera caído del cielo, la vida tiende a posarse.
MF-A
Inquietas andaban hoy las aves del marjal.