Recogí el ancla con prisa, y lentamente, al ralentí, me acerque al pez…si, si, al pez, la aleta no era de ningún cetáceo sino de un tiburón peregrino, un pez enorme, de algo más de 5 metros, algo mayor que la propia embarcación.

Recogí el ancla con prisa, y lentamente, al ralentí, me acerque al pez…si, si, al pez, la aleta no era de ningún cetáceo sino de un tiburón peregrino, un pez enorme, de algo más de 5 metros, algo mayor que la propia embarcación.

Tal y como decíamos ayer, aquí está, contado por él mismo, cómo vivió Aitor Lekuona su encuentro con el gran tiburón peregrino, el pasado lunes en la costa vasca.

Gracias por participar en esta web de Naturaleza,

Mónica Fernández-Aceytuno

A las 12:45 del 14-5-2010

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UN REGALO DE LA NATURALEZA

El pasado lunes, hacia las 6 de la tarde, me dirigía como otras muchas veces en mi embarcación a bucear a pulmón a una cala del monte Jaizkibel, un tramo costero precioso y de gran valor ecológico a medio camino entre las localidades de Hondarribia y Pasaia, en Gipuzkoa.

Buen tiempo, la superficie del mar lisa por la ausencia de viento, y ninguna embarcación por los alrededores anunciaban condiciones ideales para bucear tranquilo. Paré el motor, saqué el ancla del tambucho, y cuando estaba a punto de echarla al agua para fondear la embarcación vi una aleta en la superficie a unos 50 metros a proa. Un delfín! pensé intuitivamente, tal vez un calderón; pero casi de inmediato me di cuenta de que la forma y el tamaño de la aleta dorsal, y la lentitud de su desplazamiento sugerían que se trataba de otra especie.

Recogí el ancla con prisa, y lentamente, al ralentí, me acerque al pez…si, si, al pez, la aleta no era de ningún cetáceo sino de un tiburón peregrino, un pez enorme, de algo más de 5 metros, algo mayor que la propia embarcación.

Que difícil es trasladar las sensaciones vividas a partir de ese momento. El tiburón se veía enorme, se movía lentamente, muy lentamente, con toda la aleta dorsal y parte de la caudal fuera del agua, con su enorme boca abierta filtrando agua para alimentarse del plancton; su actitud de total indiferencia hacia la embarcación me regalaron cerca de veinte minutos increíbles a pocos centímetros de este enorme animal.

Pero lo mejor estaba por venir. Ahora o nunca pensé, y decidí meterme al agua. Si, si, come plancton y es inofensivo pero ese tamaño…el corazón a mil, miedo, respeto, emoción y asombro resumirían bastante bien lo que sentí en ese momento. Disfrute durante un tiempo nadando al lado de este precioso animal que seguía alimentándose indiferente ante mi presencia y tuve el respeto de no intentar tocarlo para no molestarle. No se si parpadee durante todo ese tiempo tratando de no perder ningún detalle, esa boca, las branquias, los ojos, esa especie de “hocico” tan característico, las marcas blanquecinas del morro y de las aletas tan visibles sobre la librea gris oscura, ese nadar como un poco torpón…

La Ley de Murphy existe, es sin duda más cierta que la Ley de la Gravedad, lo que explica que ese día no tuviera una cámara para inmortalizar el momento; de todas formas me siento afortunado por haber vivido esta experiencia, y las imágenes y las sensaciones de ese momento han quedado grabadas en mi retina y en mi corazón.

Aitor Lekuona Alzugaray

Biólogo

A las 12:31 del 14-5-2010

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FOTO: Tiburón Peregrino- Cetorhinus maximus– Basking Shark-

POR GENTILEZA DEL COBE (Colegio Oficial de Biólogos de Euskadi)

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