Menos mal que desde África tropical vienen las oropéndolas y por parejas, el macho amarillo y negro, la hembra verdosa, se ponen, nada más llegar, a comer orugas.

Menos mal que desde África tropical vienen las oropéndolas y por parejas, el macho amarillo y negro, la hembra verdosa, se ponen, nada más llegar, a comer orugas.

No sé qué sería de nosotros si no hubiera aves que, para alimentar a los pollos, emplearan las proteínas de los insectos, o como las oropéndolas que vuelan ya quizás hacia nuestras tierras, desde África tropical, para liberar de orugas a los robles.

Dejo las primeras oropéndolas aquí al lado.

Buen día y hasta mañana,

Mónica Fernández-Aceytuno

P.S. Quiero dar las gracias a Quique Marcelo por el envío de esta preciosa fotografía de una pareja de oropéndolas capturadas para anillarlas y después solatarlas, donde, lo que más me llama la atención, es el contraste del pico rojo con el colorido amarillo y negro del macho, o verdoso de la hembra.

No se pierdan tampoco, en el TABLÓN DE USUARIOS, las magníficas fotografías que envía Cristóbal García realizadas el pasado sábado en la laguna de la Janda, y en ACTUALIDAD NATURAL, las flores del madroño con luz ultravioleta, por Juan Ángel.

FOTO: Pareja de oropéndolas.

AUTOR: Quique Marcelo

http://www.micuadernodecampo.com

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PINCHA AQUÍ PARA OÍR EL CANTO AFLAUTADO DE LA OROPÉNDOLA, un silbido que a mí me recuerda al del mirlo, pero que es más dulce y contenido, como si la oropéndola silbara hacia adentro.

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PRIMERAS OROPÉNDOLAS

Los árboles no echan hojas sino manos para agarrar el viento.

Manos verdes de las que se alimentan unas orugas que después se metamorfosean en mariposas, no sin antes dejar los limbos en puro esqueleto de nervios y de peciolos, que son los huesos de la hoja. Menos mal que desde África tropical vienen las oropéndolas y por parejas, el macho amarillo y negro, la hembra verdosa, se ponen, nada más llegar, a comer orugas, haciendo en ésto competencia al cuco, que también viene de fuera a salvar a los árboles que no pueden moverse, ni sacudirse de encima, como hacen los caballos con las moscas, a estas orugas que los debilitan. Una de las primeras observaciones de oropéndolas la ha hecho este año Antonio Morcuende, el martes pasado, cuatro de mayo, en Jarandilla de la Vera, en Cáceres, donde observó a una pareja de oropéndolas quitándole a las hojas de un roble las orugas. A partir de hoy, empezaremos a escuchar el canto del macho, una suerte de silbido que a mi me recuerda mucho al del mirlo, pero que es más dulce y contenido, como si la oropéndola silbara hacia adentro.

Con su llegada, estamos más tranquilos, tendrá el viento donde agarrarse y el sol donde posarse en verano, para dar sombra.

Mónica Fernández-Aceytuno

ABC, Lunes 10-5-2004

Fondo de Artículos

de la Naturaleza de

www.aceytuno.com

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