En un claro del encinar donde el sol ilumina y caldea la tierra, crecen algunos Narcisos amarillos, como los de la fotografía.

En un claro del encinar donde el sol ilumina y caldea la tierra, crecen algunos Narcisos amarillos, como los de la fotografía.

En un claro del encinar donde el sol ilumina y caldea la tierra, crecen algunos Narcisos amarillos, como los de la fotografía. Este último día del mes de enero, abre un poco más las puertas de la primavera, una primavera cercana y deseosa de explotarnos en todos nuestros sentidos.

Juan Carlos Delgado Expósito

ÚLTIMO DÍA DE FEBRERO

La mañana se presenta primaveral, por fin una tregua después de numerosos días de lluvia, sin embargo, en el cielo de un azul casi olvidado, las nubes de mezclan unas con otras: cúmulos y algunos cirros ponen la nota de aviso de próximas lluvias.

Avanzo por las zonas mas bajas de la dehesa, mis botas pesan por el peso del barro, el agua lo inunda todo, incluso mis pies y los bajos de mis pantalones. Los muros de piedra filtran un agua cristalina y cantarina, el viejo caño oxidado y casi comido por el verdín y el cieno de un pilar rebosan igualmente del elemento líquido, limpio y transparente como un cristal.

Los pájaros entonan sus reclamos amorosos, en una maraña de sonidos que te llegan hasta los tuétanos; el aire, más bien brisa, te llena los pulmones de vida, se palpa la humedad, olores ancestrales te hacen sentir parte salvaje de la tierra.

A lo lejos, en la orilla del camino donde unos chopos se alzan aun desnudos, pero rompiendo ya sus brotes, un pico menor emite sus tamborileos sobre los troncos y ramas; tambores de guerra que avisan a otros machos quien manda allí, y llamada para las hembras. Pero este pico menor no recibe respuesta, o al menos yo no logro escucharla. Pero si oigo al ratonero emitiendo su reclamos, mientras planea sobre la copa de las encinas. Un grupo de jóvenes cochinos se alimentan entre el agua, la hierba y el barro, por compañía llevan a tres lavanderas blancas, alguna se atreve incluso a montarse sobre el lomo de alguno de ellos. El rumor del agua atravesando la dehesa que baja en forma de arroyuelo, y su trasparencia son rotas por el chapoteo de los patanegras.

En un claro del encinar donde el sol ilumina y caldea la tierra, crecen algunos Narcisos amarillos, como los de la fotografía. Este último día del mes de enero, abre un poco más las puertas de la primavera, una primavera cercana y deseosa de explotarnos en todos nuestros sentidos.

Juan Carlos Delgado Expósito

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