El viernes, entre la claridad de las avenas agostadas, estaban tumbados al anochecer estos gamos jóvenes. MF-A
¡Qué miedo!, ¡qué miedo!, ¡me va a picar! Se oye decir con frecuencia a
LA AVISPA 7.01.2010
¡Qué miedo!, ¡qué miedo!, ¡me va a picar! Se oye decir con frecuencia a
aquellos a los que se le acerca una avispa volando a su alrededor.
Quiero apuntar que la naturaleza creó en su origen unas normas de
subsistencia para todos los seres vivientes ya sean racionales,
irracionales, insectos o cualquier bicho o animal que pueble la tierra. La
primera regla, defender y criar a sus descendientes, asegurar el futuro de
sus vidas y por tanto colaborar en la evolución natural de las especies a
través de los tiempos.
Hoy quiero hablar sobre la Avispa, la que conocemos en nuestro entorno, ya
que es diferente a otras variedades que existen en otros continentes y son
de distintos tamaños y peligrosidad.
Me remito ahora a los años de mi niñez, en los que fui descubriendo la
existencia de una gran variedad de seres que pueblan la tierra, como son,
los pájaros, los reptiles, los roedores, los insectos, etc. que no te dejan
indiferente si tienes un poco de interés y curiosidad.
Un día de verano en mi tierra cuando el bochorno te obliga a llevar el torso
descubierto pasé por debajo de un arbusto cuando cinco Avispas, nada menos
que cinco, me dibujaron en la espalda no un tatuaje en forma de flor o
corazón, sino cinco pequeños promontorios rojos y picantes del tamaño de
cinco céntimos de euro. Desde un panal no de rica miel sino bastante poblado
de Avispas, vinieron y me atacaron los vigilantes de primera línea. Pienso
que estos insectos ordenan estos ataques como en las guerras antiguas, no
van todos a la vez, van por grupos. En primera línea de ataque, cinco
soldados avispados, en segunda línea de ataque, diez soldados avispados y
así sucesivamente.
Ya sabemos que los panales de Avispas son como grandes edificios llenos de
ventanitas y atiborrados de inquilinos que no tienen miel en sus celditas.
En estas especies de comunas sólo se dedican a criar, allí están las
Crisálidas que protegen y alimentan hasta su transformación para convertirse
en una Avispa. El panal siempre está vigilado por Avispas centinelas
adiestradas, sólo trabajan las aguadoras, las crías deben beber mucha agua y
por eso hacen continuos viajes a toda clase de fuentes y a piscinas, a pesar
del PH. Las imagino tan sedientas que hacen la competencia a los camellos
dejando seco un oasis.
Cuando observamos uno de estos criaderos, comprobamos que los “centinelas
vigilantes” van moviendo su cabeza según nos ven pasar, levantando al mismo
tiempo las antenas que salen de su parte superior como señal de enfado y
dispuestas a atacar en plan guerrero, pero con mala idea. Hay que comprender
que sus ojos negros como cabeza de alfileres de espetón nos deben ver como
seres deformados y monstruosos, es como si nuestras cabezas se deformaran
ante espejos de feria. Son lógicos sus ataques, cumplen su cometido y así
salvaguardan a sus retoños sin perder el aguijón como las Abejas. O sea, no
nos tienen miedo, demuestran su valor aguerrido y siempre salen victoriosas.
Saben que salimos corriendo mientras ellas se desternillan de risa.
Estos insectos no tienen problemas a la hora de alimentarse, comen de todo,
carne, verduras, pescados, frutas, dulces, azúcares y especialmente insectos
pequeños con preferencia Moscas, no moscas grandes y peludas sino las que
son más frecuentes de nuestro entorno. Con esta dieta mediterránea es lógico
que no engorden. A las Moscas que atacan prefieren que estén en estado de
quietud o distraídas y lo hacen por la espalda, van directas al cuello de la
víctima y lo cortan de raíz. Quiero pensar que copian al León cuando ataca
a la Cebra, directos al cuello y listo.
La naturaleza también ofrece recursos para paliar algún accidente cuando
estamos aislados en el campo o lejos de casas habitadas, etc. Por ejemplo el
dolor de las picaduras de Avispa se puede mitigar aplicando barro. Otra
variante para atenuar el dolor es machacar el bicho y ponerlo sobre la
herida, como me sucedió a mí con una picadura de Escorpión. Dicen que es una
especie de antídoto pero no tiene ninguna gracia, da tiricia. A mí me dio
mucha grima y miedo.
Si nos encontramos lejos del “Centro de Salud” también podemos recurrir a
utilizar apósitos naturales que se obtienen junto a los nudos del interior
de las cañas y son del tamaño de un céntimo de euro. Están completamente
esterilizados y se pegan en la piel, como si fuesen de algodón blanco, para
cauterizar cualquier pinchazo, rasguño, herida superficial, etc.
Termino esta historia destacando algunas virtudes o atractivos que tienen
las Avispas, su figura estilizada, su cintura de Avispa, su abdomen con
anillos negros y amarillos, su giro de cabeza dispuesta a piropear por lo
“bajini” casi en silencio y quizá con picardía, sus ojos grandes y negros
como de mujer hermosa y morena, sus antenas estiradas como si fuesen la
cabeza y los cuernos de un Búfalo del Serengeti con mirada provocativa. En
una ocasión enterré una Avispa completamente ahogada y a las dos horas vi
que se espabilaba y echaba a volar de nuevo,- “si, si, resucitó”-. No es
broma ¿eh?
Hay otro insecto de anatomía parecida pero con menos colorido que es la
Abeja. Esta competidora de la Avispa le gana en fama por la publicidad que
se utiliza de su diseño en cuentos, logotipos y además por el tirón que
tienen sus fábricas de miel con sabores al gusto o capricho del cliente. ¡Ay
si las Avispas produjesen miel sin dejar aguijones y además atrajeran a “un
panal de rica miel dos mil moscas”! ¡Qué felices serían!
¡Pobres Avispas incomprendidas por su falsa maldad que sólo atacan en
defensa propia y la de sus crías inocentes! Pasan todo el invierno
inactivas, ni comen, ni beben, ni pican, persiguen a las Moscas que se ponen
muy pesadas a nuestro alrededor cuando barruntan que va a llover. Sí, si,
sin necesidad de satélites. ¿Qué más se les puede pedir?, Creo que son
inocentes ¿no? ¡Qué maravilla!
Un cordial saludo,
Jerónimo