Se podría esperar que un murciélago troglodita bebiera del rocío de la cueva. Pero no.
Mónica Fernández-Aceytuno
Mónica Fernández-Aceytuno
Unos críos de otra excursión dejaron en el suelo un paquete vacío de esos en los que te echan las patatas en la hamburguesería y una gaviota se lo llevó volando y dio buena cuenta de los restos que contenía.
Pilar López
GAVIOTAS DE LISBOA
Por fin, la lluvia.
Camino de Lisboa, nada más adentrarnos en Portugal por el paso de Caia, el paisaje empezó a cambiar, y era más verde todo y más otoñal. Se deja influir la tierra por la cercanía del Atlántico.
Fuimos hacia la borrasca, pues a medida que nos acercábamos a Lisboa, la lluvia se hizo más intensa. Por aquí siempre decimos que cuando la borrasca entra por la nariz de Portugal, seguro que llueve. Y así ha sido, pues cuando regresábamos parecía que nos traíamos con nosotros la lluvia.
Visitamos el Oceanario con los alumnos, ese espacio donde han metido un trozo de mar. A mí, que soy más de tierra adentro, me causó gran impresión ver tanta especie marina junta en tan poco espacio. Es tan inmenso el mar con todo lo que contiene, que es imposible guardarlo aunque sea en una gran pecera. Aún así, he de decir que todos disfrutamos muchísimo viendo al extraño pez luna acercarse al cristal para curiosear. Nos miraba con uno de sus ojos y no había visto nunca un pez tan raro. Había también muchas especies diferentes de tiburones y de peces manta, y en los acuarios independientes a la gran pecera había caballitos de mar que parecían algas, peces tropicales de formas y colores variados, lenguados enterrados en la arena (nos costó averiguar dónde estaban), estrellas de mar pegadas a los cristales (¡qué bien se veían los pies ambulacrales, qué buena lección de ciencias naturales en directo!). Y qué divertidos los leones marinos de California que no paraban de jugar…
En Lisboa, las gaviotas se acercan tanto a los turistas que se comen el bocadillo en el parque, que parecen palomas. Una mujer mayor pasó tirándoles trozos de pan y se iban tras ella y se peleaban por coger un bocado. Unos críos de otra excursión dejaron en el suelo un paquete vacío de esos en los que te echan las patatas en la hamburguesería y una gaviota se lo llevó volando y dio buena cuenta de los restos que contenía. Me entristeció un poco esta imagen de las gaviotas, yo las tenía más idealizadas, siempre cerca del puerto o volando al lado de los barcos pesqueros no muy lejos de la costa.
En fin, me llevo un buen recuerdo de los campos de Portugal y me alegra ver que los de por aquí se están poniendo también muy verdes. Hay charcos y barro. Es buena señal.
Un cordial saludo.
Pilar López.
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Pilar López