9:57 En el suelo, bajo las encinas, justo donde termina su copa, como si necesitaran a la vez luz y a la vez sombra por el moviento en vaivén de sus ramas, crecen las estrellas de la tierra.
Muy buenas. Ahora que empieza a hacer frío y ha nevado, me pregunto si ya se verán con claridad las huellas de estos rebecos que dejaron en primavera, para ir a parir, las madres.
Muy buenas. Ahora que empieza a hacer frío y ha nevado, me pregunto si ya se verán con claridad las huellas de estos rebecos que dejaron en primavera, para ir a parir, las madres.
Fueron fotografíados en su día por Javier Alonso, hermano del quesero de Posada de Valdeón, Tomás, quien me contó muchas cosas de las huellas de los animales en la nieve. Por ejemplo: que cuando hay mucha nieve, la pezuña del jabalí es solo un agujero sin ningún detalle pero, al ser un animal de patas cortas, además de la pezuña, se queda marcado el rastro de su cuerpo cuando el jabalí peina de noche la nieve.
En el monte, se puede ver también la huella del lobo que, según Tomás, se distingue de la del perro porque marcan distinto, como son diferentes aunque parecidas las huellas de la oveja y del corzo.
Las huellas sobre la nieve blanda crecen y se juntan, como sucede con el deshielo y con el sol, que agrandan las huellas que deshacen; pero al helar en el monte de la Corona, la huella del corzo no crece ni mengua, parece sobre la nieve dos lunas encaradas de cuento, de las que salen tarde.
Se me olvidó preguntarle a Tomás cómo son, entre los tilos despejados, las huellas de estos rebecos cuando nieva.
Que pasen un feliz día,
Mónica Fernández-Aceytuno
P.S. Como ocurre con las aves, las especies que viven aisladas reciben nombres vernáculos distintos, y así al rebeco se le llama sarrio en los Pirineos.