La sombra es la caridad de los árboles, las nubes la del cielo.
Mónica Fernández-Aceytuno
Día Mundial de la lucha contra la Desertificación y la Sequía
Mónica Fernández-Aceytuno
Día Mundial de la lucha contra la Desertificación y la Sequía
En verano, la marisma, seca y resquebrajada, permite el paso del vehículo sin ninguna dificultad, y luce como un espejo por efecto de la sal acumulada en el suelo, de ahí el nombre de lucios que reciben las manchas de agua entre las islas de juncos y otras plantas.
Pilar López
Querida Mónica:
Aunque no es la mejor época para visitar Doñana, pues la marisma está completamente seca y no hay flamencos ni ánsares, merece la pena recorrer este Parque Nacional, con los ojos bien abiertos para ver la vida que se esconde bajo el frescor de las sombras.
En Doñana, la desembocadura del río Guadalquivir en el océano Atlántico en Sanlúcar de Barrameda, forma una extensa playa en la orilla de Huelva que pertenece al Parque Nacional, y en la que se ven con facilidad extensos bandos de gaviotas de distintas especies (sombría, patiamarilla, reidora, de Audouin), mezclados con bandos de ostreros, charranes patinegros, agujas colinegras, chorlitejos y charrancitos, entre otros. Se levantan al paso del vehículo y vuelan a la altura de las ventanillas, o se adentran en el mar hacia la puesta de sol.
La mayoría de las especies de vertebrados se concentran, en esta época del año, en el ecotono denominado La Vera, zona de transición entre los cotos (ecosistema de bosque mediterráneo) y la marisma, y que conserva todavía algo de agua, permaneciendo la hierba verde y siendo lugar fresco al atardecer. Así, es fácil encontrar jabalíes con sus rayones, ciervos y gamos de todas las edades y sexos, liebres o extensos bandos de palomas torcaces.
Si hubiera sido invierno, hubiéramos visto a los miles de flamencos que buscan pequeños crustáceos de Artemisia (y que según explicó el guía y conductor le dan el color rosado a su plumaje) en el agua fangosa o a los ánsares que comen los bulbos de castañuelas. Pero en verano, la marisma, seca y resquebrajada, permite el paso del vehículo sin ninguna dificultad, y luce como un espejo por efecto de la sal acumulada en el suelo, de ahí el nombre de lucios que reciben las manchas de agua entre las islas de juncos y otras plantas.
En Doñana, se ven cosas tan extraordinarias como ciervos de imponentes cuernas caminando por una ribera mientras en la otra se ven las casas de Sanlúcar; los gamos pastando al lado de los caballos marismeños y de las vacas mostrencas, los jabalíes con los rayones cruzando por los caminos o los lebratos creyendo esconderse tras los juncos al borde de la ribera.
Por supuesto que hubo muchas especies que no vimos, pero la imagen de las aves volando sobre el mar al atardecer la guardaré por siempre en mi memoria.
Un cordial saludo.
Pilar López.