INCENDIOS

LOS NOMBRES QUEMADOS

La geografía española está sembrada de nombres de árboles, la mayoría se remontan al menos a la Edad Media, que hablan de los bosques que había entonces. Inspirado en el alcornoque, encontramos Alburquerque en Extremadura, o Alcorcón en Madrid. Del fresno, Fresnedo en Asturias o Freixenet en Lérida, y La Fresneda en Teruel y Toledo. También hay cromotopónimos como el de Sierra Morena o monte de El Pardo, que alude al color pardo y ceniciento de sus encinas, o nombres que proceden del griego, como las Pitiusas, que quiere decir islas de los pinos.

Creo que no hay peor noticia que la que se repite en el tiempo porque al cansancio que produce la falta de novedad, se une la pérdida de la idea de lo que se lleva perdido. El peor año que recuerdo es 1994, en el que la superficie incendiada resultó ser un disparate, más de cuatrocientas mil hectáreas, y aunque después la superficie quemada anual ha ido disminuyendo, hay que ir sumando, año tras año, las tierras en las que sólo van quedando en pie los nombres a la entrada del pueblo.

Excepto los provocados por rayos, todos los incendios tienen su origen en el hombre, y cada vez hay mayor número de incendios. Pero es tan variada nuestra geografía que en cada lugar tiene probablemente una causa y una solución que poner en marcha antes de que olvidemos que Alamedilla no es sólo el nombre de un pueblo de Granada.

Mónica Fernández-Aceytuno

ABC, 4-8-2003

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